EL PENSAMIENTO INVISIBLE

Teódulo López Meléndez, Caracas.

2012-06-16_1Una afirmación que podemos realizar sin titubeos, en términos de neurociencia, es que nadie ha visto nunca un pensamiento. A lo sumo la tormenta eléctrica que produce. Por allí, en las células, anda la conciencia y la forma de pensar, y que por efecto de lo que los científicos llaman neuropéptidos, se hace hábito. Sin embargo, la forma de pensar es modificable, pues, sostienen también los científicos, el cerebro tiene el hábito de recrearse. En ciencias sociales podríamos argumentar que la única manera de cambiar es interrumpir esa asociación derivada de la repetición, lo que, traducido a palabras algo más claras, equivale a afirmar que la única manera de salir es aprendiendo a pensar de otra manera.

Cuando se tiende a engañar a las células del cuerpo social lo que se busca es distraer del miedo, pues la verdadera definición de tal no es ese que se señala en el combate político venezolano como no tenerlo al enfrentamiento virulento con el gobierno. No, la verdadera mecánica y el verdadero miedo lo son a modificar la posición del observador, lo que conllevaría a pensar de otra manera y a posibilitar así la construcción de otra realidad. En neurociencia se llama crear otro puente entre neuronas: en ciencias sociales crear un cuerpo común que posibilite la liberación del presente. Esa liberación no consiste en asumir otro miedo que llamaremos pasado, sino en otra forma de manejar las emociones que pasaron a ser reflejo indiferenciado de la realidad. En palabras precisas, es necesario convertir a ese cuerpo social en uno capaz de crear, a lo que se negará insistentemente para atarse al segundo de realidad y no enfrentar el miedo, que no es otro que el que hemos descrito en este párrafo.

Si la realidad es producto de nuestras expectativas, pues debemos cambiar las expectativas. Nuestras expectativas las podemos armar armoniosa o caóticamente. En el terreno de la política el cuerpo social reacciona de una u otra manera dependiendo del “mensaje” que lo abruma con su proveniencia exacerbada desde todas las fuentes. El mensaje distinto, se me ocurre, puede provenir de las similitudes entre la ciencia social y las ciencias. Si las teorías e investigaciones de estas últimas son difíciles de entender para la generalidad, en el terreno de lo político es obligación hacer entender las implicaciones que para la vida en sociedad tienen. Si bien no se trata de un análisis de la espiritualidad humana, hay que recalcar que el encierro en nuestros pensamientos preestablecidos nos impide alcanzar metas dentro de ese abanico de la incertidumbre. Y la palabra es esencial a la creación de realidad.

Nuestro modelo interior de lo exterior está construido sobre la base de la experiencia, de manera que procuraremos actuar en cada caso conforme lo vivido. La palabra tiene una misión esencial en romper esas asociaciones. Quienes nos dedicamos a la incomprendida tarea de procurar un despertar lo llamamos creación de conciencia. Así como se desarrolló el principio de la incertidumbre, también lo hizo el principio de la complementariedad.

Así como no hay en lo humano una sola perspectiva que capture la realidad de manera integral, hemos recordado siempre a Kuhn con la palabra paradigma, diciendo de las ataduras de las sociedades a los ya vencidos y la necesidad de adoptar otros. Así el principio de la complementariedad nos vuelve a recordar que la realidad supera a las explicaciones que de ella se dan, pues nadie es capaz de conocerlo todo a su respecto. Cada parte, en un enfrentamiento, expondrá su “verdad” según la cual todas las que se le oponen están equivocadas, olvidando que las antinomias también están llenas de verdades.

Es menester recordar, entonces, que una modificación social parte del rechazo de un pensamiento único y que la forma de rechazarlo no es oponiéndole otro con iguales pretensiones. El conjunto es una suma de propiedades de todas las partes. El lenguaje defensivo es una aceptación de una fragilidad que se cree insuperable. El lenguaje creativo inventa futuro, de allí la importancia de la palabra, cuyo lento ritmo es conocido, pero, quienes nos arrimamos a él, sabemos que con toda la lentitud del caso puede irse haciendo pensamiento invisible que rompa los viejos paradigmas.

MUERE UN CENSOR

El sábado pasado murió en La Habana, a los 82 años, Luis Pavón Tamayo, el censor castrista más odiado por la intelectualidad cubana.

 EL «PAVONATO»

Manuel Díaz Martínez

El 5 de enero, Cubavisión dedicó un programa a homenajear a Luis Pavón Tamayo, quien fue, hace tres décadas, presidente del Consejo Nacional de Cultura (CNC) durante un período que ha quedado inscrito en la historia de la cultura cubana con los nombres de el pavonato o el quinquenio gris. Semanas antes, el mismo u otro canal del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) había dedicado programas parecidos a Jorge Serguera, que en el pavonato fue alcaide más que director de este Instituto, y a otro comisario político, Armando Quesada, que en aquel tiempo se constituyó en azote de la gente de teatro y cuyas numerosas víctimas llamaban Torquesada.

La sorpresiva presencia en la televisión estatal, en plan rescate, de estos arrumbados y descoloridos personeros de una de las etapas más virulentas del estalinismo cubano ha puesto en pie de guerra a un grupo de escritores de la isla, los cuales han inundado los correos electrónicos con mensajes en que se mezclan la indignación y el miedo. No hay duda de que les sobran razones para estar intranquilos porque el teniente Pavón y el comandante Serguera han sido exhumados, sospechosamente, ahora, cuando el general Raúl Castro, a cuya vera estuvieron y quizás sigan estando, es el hombre fuerte del país.

Pavón, que cultiva el periodismo y el verso con parejo infortunio y a quien se atribuye la autoría de una lamentable serie de diatribas contra escritores cubanos (Padilla, Piñera, Cabrera Infante, Arrufat, Llopis) firmadas con el pseudónimo de Leopoldo Ávila y publicadas en la revista Verde Olivo, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, pasó de dirigir esta revista a presidir el CNC en 1971. Detrás de tal ascenso estuvo Raúl Castro, el dirigente que en aquel momento empuñaba con mano férrea, desde las penumbras del segundo plano donde habitualmente se ha movido, las riendas de la política cultural, o más bien de la represión dentro de la política cultural. El general utilizaba el despacho de Pavón en Verde Olivo para reunirse con quienes lo asistían en la tarea de espiar “la ciudad letrada”, que en todos los tiempos ha sido fuente de zozobra para los poderes liberticidas.

El buen soldado Pavón inaugura su mando en el CNC el mismo año del arresto y la autocrítica del poeta Heberto Padilla —sucesos que estropean el romance de la revolución cubana con los intelectuales de la “nueva izquierda” de los 60 y los 70 (Cortázar, los Goytisolo, Carlos Fuentes y un largo etcétera), a quienes Fidel Castro termina llamando “ratas”— y del Primer Congreso de Educación y Cultura, un escenario construido por el Comandante para decretar entre aplausos la sovietización de la cultura cubana. En el agresivo discurso con que cierra el Congreso, Fidel Castro pone en claro lo que en 1961 había dejado a media luz en sus Palabras a los intelectuales: que nuestra cultura no podía ser otra cosa que “un arma de la revolución”, “un producto de la moral combativa de nuestro pueblo” y “un instrumento contra la penetración del enemigo”. La tarea encomendada a Pavón fue la de ejecutar la política derivada de estos lineamientos, a tenor de los cuales la independencia de criterio y el derecho a disentir pasaron a considerarse inaceptables herencias del individualismo burgués. El pavonato, pues, resultó del designio, emanado de la cúpula del poder castrista, de incluir la cultura en la militarización general del país, destinada a blindar el Estado totalitario.

Lo que distingue al pavonato en el curso de la revolución es que en él se combinaron con coherencia de estrategia y se emplearon con rigor de campaña militar, en el área de la cultura, los resortes opresivos del régimen estalinista: autoritarismo, dogmatismo, censura y represión. Las principales víctimas de ello fueron la libertad de pensamiento, la autonomía del arte y, por consiguiente, el placer de crear, que se transformó en miedo a pecar.

En el pavonato, que puede parangonarse con una purga religiosa o cacería de herejes, fueron muchos los escritores a los que se les prohibió el acceso a las publicaciones periódicas y las editoriales. Algunos estuvimos silenciados más de quince años, lo cual evidencia que el pavonato fue más que un quinquenio gris. En medio de aquel desvarío, al mismo tiempo que se impedía publicar a José Lezama Lima o a Virgilio Piñera, se encumbraban patéticas mediocridades, escribidores hoy justamente olvidados y entonces tenidos por modélicos política e intelectualmente. Los escritores exiliados poblaban la lista negra del régimen. Gastón Baquero, Cabrera Infante, Labrador Ruiz, Lydia Cabrera y Severo Sarduy eran lecturas clandestinas. Vale recordar que en el pavonato se cerró la revista Pensamiento crítico, los Beatles fueron incluidos en un índice de intérpretes prohibidos y la Universidad fue declarada “sólo para los revolucionarios” al tiempo que sus aulas se cerraban para numerosos alumnos y profesores. Por otra parte, no fueron pocos los escritores obligados a realizar tareas manuales en imprentas, bibliotecas públicas y otros centros de trabajo, convertidos para ellos en una versión del gulag.

Lo más rancio del pavonato fue el celo puritano con que persiguió el homosexualismo y otras “conductas impropias” y “colonizadas” en el mundo del teatro, la radio y la televisión. Para erradicar los elementos indeseables que incumplían los “parámetros morales” de la revolución, el CNC organizó un proceso de criba de actores que se conoció como “la parametración”. Este proceso inquisitorial, que privó ilegalmente de empleo y sueldo a numerosos actores —cuya influencia perniciosa sobre el público el CNC debía eliminar—, fue dirigido por Armando Quesada, brazo secular de Pavón. Se sabe que las comisiones depuradoras actuaban a puertas cerradas, y a la víctima, sola ante ellas, después de ser sentenciada la invitaban a manifestarse ante una grabadora.

Pavón fue depuesto cuando el régimen entendió que era menos conflictivo y más rentable dar a los intelectuales menos palos y más zanahorias. Una sentencia del Tribunal Supremo que obligó al CNC a reponer en sus puestos y pagarles los sueldos acumulados a los “parametrados” terminó, en 1976, con la era Pavón. Pero no con el pavonato, que es el régimen mismo.

[Publicado en El País, España, el 26 de enero de 2007.]

REPRESENTANTES DE CHILOÉ EN LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

Hace menos de un mes visitó Las Palmas de Gran Canaria una delegación chilena encabezada por el alcalde de Castro (capital provincial de Chiloé), Nelson Águila Serpa, al que acompañaron el historiador Dante Montiel Vera, cronista del austral archipiélago chilota, y Carlos Delgado, Secretario General de la Corporación de Educación de Castro. Esta cualificada delegación vino a Gran Canaria invitada por la Universidad de Las Palmas, la cual desarrolla proyectos docentes importantes en Chiloé. Durante la estancia de estos amigos chilenos en Las Palmas tuve el placer de recibirlos en mi casa. Fue en una espléndida tarde de domingo, de la que es constancia gráfica la siguiente foto: de izquierda a derecha, Dante, Nelson, yo y Carlos.
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LA CULPA ES DE STALIN

Tania Díaz Castro, La Habana.

Imagen(CUBANET) Por estos días cayó en mis manos un curioso folleto, ya desaparecido, pero que se distribuyó en febrero de 1992 entre los militares cubanos de alto y bajo rango. La tirada fue de diez mil ejemplares y se titula El derrumbe del socialismo en Europa del Este, sus causas y consecuencias.

Lo elaboraron analistas anónimos –seguramente asesorados y dirigidos por Fidel Castro– pertenecientes al Comité Central del Partido Comunista de Cuba, la Dirección Política de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Centro Cubano de Estudios Europeos.

En sus párrafos iniciales se atribuye claramente el fracaso a los errores cometidos por José Stalin desde los primeros tiempos del bolchevismo y a las políticas económicas que, según estos analistas, pudieron haberse evitado.

Señala cómo el socialismo llegó a los países europeos junto con los tanques soviéticos, que obligados a aceptar el socialismo se les impusiera posiciones que sólo favorecían a Moscú y, además, las muchas intervenciones de fuerza militar que hizo el Kremlin para evitar cualquier fenómeno que atentara contra su imperio.

A todo lo largo de sus páginas insiste en que el derrumbe del socialismo no significa el fracaso del sistema social, sino el fracaso de un modelo del socialismo.

Al respecto, se dice textualmente en la página 8 que “…el crecimiento de la burocracia estatal se complementó con las violaciones de la legalidad socialista y de las normas más elementales de la democracia, dándose no pocos casos de nepotismo, corrupción y fraude, tanto en el partido, como en el Estado”.

Pero vaya sorpresa, según este viejo análisis cubano, entre las causas más graves de dicho desmerengamiento está que “Los partidos comunistas, en su totalidad, se caracterizaron por estar en manos de una dirección envejecida e inmovilista”.

Destaca incluso que esa fue la causa principal para que perdiera su capacidad de dirección y contacto con las masas, imponiendo un clima de inercia y escepticismo en sus militantes.

Por esa razón, aclara, el grupo de poder del Kremlin se empeñó en lograr nuevas fuerzas para acometer tareas que garantizaran el futuro del socialismo en la URSS. Estas tareas fueron: hacer  desaparecer la ruptura entre el partido y las masas, combatir la  doble moral de la sociedad, evitar que el partido continuara siendo un medio para obtener privilegios, controlar el oportunismo –para ascender, era necesario el carné del partido–, etc.

Pero todo fue inútil, se aclara en el folleto. En los países socialistas, aseguran sus analistas, crecía el cáncer de la negligencia laboral, el fraude, la corrupción en la élite política y una disidencia en la población que soñaba con la libertad y la prosperidad.

También señala que “Al surgir en la URSS grupos que abogaban por la defensa de los Derechos Humanos, el pluralismo político y otras formas de libertades democráticas, se acrecentó la brecha entre el partido y las masas populares”.

Algo que me intriga es que en las casi cien páginas de este folleto puede palparse cómo Fidel Castro y su camarilla gobernante estaban preparados porque esperaban el dramático desenlace de la URSS, desde el momento que analizan con lujo de detalles cada una de las causas del desastre.

Entonces, cabe preguntarse por qué en Cuba se mantenía y se mantiene el mismo rancio modelo del socialismo moscovita y la misma dirigencia “envejecida e inmovilista”.

HOY CUMPLE 130 AÑOS EL PUENTE DE BROOKLYN

2013-05-24_2“Palpita en estos días más generosamente la sangre en las venas de los asombrados y alegres neoyorquinos: parece que ha caído una corona sobre la ciudad, y que cada habitante la siente puesta sobre su cabeza: afluye a las avenidas, camino de la margen del Río Este, muchedumbre premiosa, que lleva el paso de quien va a ver maravilla: y es que en piedra y acero se levanta la que fue un día línea ligera en la punta del lápiz de un constructor atrevido; y tras de quince años de labores, se alcanzan al fin, por un puente colgante de 3,455 pies, Brooklyn y New York. El día 7 de junio de 1870 comenzaban a limpiar el espacio en que había de alzarse, a sustentar la magna fábrica, la torre de Brooklyn: el día 24 de Mayo de 1883 se abrió al público tendido firmemente entre sus dos torres, que parecen pirámides egipcias adelgazadas, este puente de cinco anchas vías por donde hoy se precipitan, amontonados y jadeantes, cien mil hombres del alba a la media noche.”

JOSÉ MARTÍ
“El puente de Brooklyn”
La América, Nueva York, 1883.

GESTIONAR LA INCERTIDUMBRE

Teódulo López Meléndez, Caracas.

2012-06-16_1Así como es aplicable a lo social el principio de la incertidumbre es también posible gestionar esta incertidumbre. Hemos explicado que la primera crisis a enfrentar es la de las herramientas de visión, lo que implica o despojarla de los anteojos de suela que la fijan no más que en el llanto, la queja inútil y la descarga de rabia en las redes sociales, y en encontrar nuevas maneras de entender los significados.

Como el nombre mismo de incertidumbre indica hay que gestionar lo existente y paralelamente lo inexistente, pues habrá que moverse sobre las posibilidades que las acciones tendrán en el tiempo. Hay que dotarse de una teoría de la penetración social. Esta teoría no es novedosa. Si el cuerpo social está sembrado en un creciente individualismo que solo es combatido por una de las partes con propuestas de organización comunitaria, la conclusión será la de una profunda división con apariencia de insalvable. Las propuestas organizativas de los partidos políticos no son sustitutas pues han demostrado hasta el agotamiento no ser más que maquinarias de búsqueda del poder y nunca organizaciones de expresión ciudadana.

Hay que marchar, entonces, a la recomposición de un desarrollo relacional sobre la base de la ciudadanía, entendida como una vocación colectiva de ejercicio del poder. El brote individualista será la primera respuesta, seguida de inmediato por la ratificación de lealtad a los viejos líderes que los mantienen atados al conflicto. Crear confianza en un planteamiento que asegure no busca el poder sino el otorgamiento del mismo requiere de un esfuerzo constante de interacción que permita llevar la comunicación a su máximo grado.

Son estas tesis unas desarrolladas tiempo atrás por la psicología social. Hay que lograr un proceso de autorrevelación que hemos denominado hasta el cansancio como conciencia. Hay que retomar el camino de remachar una identidad social hoy perdida en el caso venezolano y, obviamente una identidad cultural. Acostumbra decirse que los tiempos de crisis son siempre buenos para quienes tienen el sentido de la oportunidad. En términos sociales está más que demostrado que esos tiempos son buenos para el brote de las decisiones aparentemente complejas salidas de los límites de una rigidez impuesta, de un azar llamado incertidumbre y de una efervescencia caótica. Edgar Morin la ha descrito muy bien al señalar que no se trata de que una esencia sea compleja, sino que implica tanto unión como multiplicidad y el encuentro final con lo indecible.

En otras palabras nada complejo se hará único. En términos políticos, en una sociedad que medianamente ha comenzado a pensar, la libertad toma el sitial clave y todo planteamiento reductivo a su propia “verdad” no tendrá ninguna posibilidad de éxito o preeminencia. Significa que hay que escapar del pensamiento reductor, que no ve más que los elementos, y de su opuesto, que no ve más que el todo. La incertidumbre no podrá ser eliminada, sólo gestionada con un pensamiento cognoscitivo. Una clara conciencia político-social permitirá, para seguir con los términos de Morin, una “traducción” adecuada del mundo exterior que, señalamos nosotros,  agota a los participantes en un círculo vicioso.

El ejercicio de pensar es altamente peligroso pues destruye viejas creencias y saca de antiguos encierros. Un paradigma controla al discurso. El discurso sólo puede cambiar si se cambia el paradigma. Todo nuevo paradigma es un planteamiento de incertidumbre, pues genera ideas que deberán ser sometidas a prueba. Ninguna de ellas llegará para quedarse por los tiempos.

“Gestionar la incertidumbre” es una expresión grata al mundo económico-empresarial que se plantea cómo afrontar los cambios sucesivos de las primeras décadas del siglo XXI, pero es, al menos a mi modo de entender, una expresión útil en el campo social, entre otras cosas porque en la especificidad de la política ya el liderazgo no está vinculado a la capacidad para crear certidumbre sino más bien, y precisamente, para gestionarla. Más aún, el líder verdadero es el que suministra los insumos para acrecentarla, en el sentido de lograr que una sociedad estancada en el pantano de una crisis rompa moldes y obtenga, mediante la reflexión sobre las ideas, la luz necesaria para cambiar su presente.

Parece que tenemos estructuras dirigidas a generar mediocridad. Así nunca generaremos un cuerpo social “resiliente”, capaz de inventar, de innovar, de gestionar la incertidumbre.

CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ (1913-2013)

Al triunfo de la revolución cubana yo tenía veintidós años y comencé a trabajar de reportero en el periódico Hoy, que reapareció luego de casi una década de proscripción. Lo dirigía Carlos Rafael Rodríguez. Era difícil trabajar con Carlos, como sencillamente lo llamábamos, y no terminar siendo, por lo menos, un periodista aceptable, que tal fue mi caso. Desde entonces, hasta poco antes de que falleciera (1997) –nos vimos por última vez cuando le dieron la Orden José Martí al poeta Rafael Alberti–, fui para este cubano brillante, ilustrado y abierto algo así como el hijo varón que no tuvo. Me aleccionaba, me daba consejos, me recomendaba y regalaba libros, me regañaba, me confiaba tareas importantes (dirigir el suplemento cultural del periódico, entrevistar a Salvador Allende…). Nos unió la apetencia de justicia social y, sin que lo quisiéramos, nos alejó mi decepción de la ideología y el régimen a los que se mantuvo fiel hasta la muerte. Hoy, cuando se cumple un siglo de su nacimiento, lo recuerdo como lo que será siempre para mí: uno de mis mejores y más entrañables amigos.

2013-05-23Foto tomada en 1959 en las ruinas del ingenio La Demajagua (Yara, provincia de Oriente), donde Carlos Manuel de Céspedes inició, en 1868, la Guerra de Independencia de Cuba. De izquierda a derecha, en primer plano: Manuel Díaz Martínez, persona no identificada, Eduardo Gallegos Mancera (escritor y político venezolano, entonces Alcalde de Caracas), el poeta cubano Raúl Ferrer, Carlos Rafael Rodríguez y la musicóloga cubana María Antonieta Henríquez, esposa de éste. (Archivo de MDM.)

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FIDEL CASTRO, INSÓLITO ALIADO DE LA DICTADURA MILITAR ARGENTINA DE JORGE VIDELA

LA CUBA COMUNISTA MANTUVO UN SORPRENDENTE ACERCAMIENTO AL RÉGIMEN DE FACTO INSTAURADO EL 24 DE MARZO DE 1976. UN SOBRINO DEL CHE GUEVARA DENUNCIÓ ESTA COMPLICIDAD DE LA QUE FUE TESTIGO.

Claudia Peiró

(INFOBAE, 22/5/2013) El castrismo no sólo calló ante los crímenes del gobierno que presidía el general Jorge Rafael Videla, sino que le aportó respaldo diplomático en los foros internacionales, lo que evitó que la Argentina fuese condenada por la violación masiva de los derechos humanos.

Salvia sostiene que quienes estén realmente interesados en «memoria, verdad y justicia» -leit motiv de los organismos de derechos humanos de la Argentina, entre otros- «deberían exigirle explicaciones a Fidel Castro, pues si la dictadura de Pinochet fue condenada en Ginebra, mientras que los militares argentinos se salvaron de esa condena internacional, ello se debió a la intervención del régimen cubano».

Sin embargo, sucede lo contrario: a Fidel no sólo no se le piden explicaciones sobre esta conducta, sino que se lo homenajea y es rutina de organizaciones como la de las Madres de Plaza de Mayo fotografiarse con el dictador cubano, cómplice del régimen que aniquiló a sus hijos.

«Por un puñado de rublos»

¿Cómo se explica el hecho de que Fidel Castro en sus discursos en la Plaza de la Revolución de fines de los 70 y principios de los 80 denunciaba todas las dictaduras que rodeaban a la Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Perú, Bolivia y Brasil, evitando cuidadosamente nombrar a la primera?

El sinsentido es sólo aparente. Hay otro dato que la izquierda procubana oculta prolijamente: el indigno sometimiento de Cuba a la entonces Unión Soviética –un imperialismo «benigno» según el imaginario del progresismo de entonces.

2013-05-22_1Esto, que fue la clave del silencio y la complicidad del régimen castrista con los crímenes de la dictadura argentina, fue recordado recientemente por un sobrino del propio Ernesto Guevara. Martín Guevara es hijo del menor de los hermanos del Che, Juan Martín. A los 10 años de edad, se exilió con su familia en La Habana, donde pasó buena parte de su vida, hasta 1988. Su testimonio es contundente. Durante su exilio en Cuba, fue testigo directo de la complicidad de Fidel con Videla como pago por los suministros de cereales argentinos a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), un aporte alimentario que fue más apreciado aún cuando Moscú comenzó a padecer el embargo dictado por Washington tras la invasión de Afganistán.

En concreto, fue la Junta Militar de la República Argentina –de supuesto ideario antimarxista– la que rompió el boicot que Estados Unidos impuso a la URSS.

Y esa fue la razón del apoyo de Fidel Castro al dictador Jorge Rafael Videla. Una verdad muy difícil de aceptar para quienes ven, en La Habana, un faro que ilumina el camino «revolucionario» en el continente. Cuba demostró en esa conducta que no era más que un satélite soviético, sin el menor margen para diferenciarse.

A Martín Guevara le tomó mucho tiempo poder hacer esta denuncia. Recién en el año 2010 publicó un artículo sobre el tema: «Durante muchos años y por razones de lealtad familiar, y quizá cierto adoctrinamiento de izquierda, renuncié a mi derecho a contarlo».

No por tardía, su denuncia es menos lapidaria: «El gobierno de la URSS, presidido por Leonid Ilich Brezhnev, sin reparar demasiado en los miles de militantes de izquierdas que se encontraban en campos de concentración, torturados salvajemente y luego arrojados desde aviones al Río de La Plata, manda colocar la medalla de Lenin en la pechera de altos mandos militares argentinos, por contribuir a la causa de la Patria de los proletarios».

Lágrimas argentinas

Guevara relata el desconcierto que esta conducta generaba en él y en otros que creían haberse refugiado en el paraíso en la tierra: «Una y otra vez, los exiliados argentinos en Cuba escuchábamos cómo su principal dirigente, Fidel Castro Ruz, en sus extensos discursos, jamás denunció las prácticas fascistas ni dictatoriales en la tierra de quien había sido, según él, uno de sus mejores amigos, de sus grandes guerreros, el Che Guevara».

Y todo «por un puñado de rublos», dice. También describe la confusión de los mismos cubanos: «(Fidel) jamás denunció siquiera al gobierno de la junta militar argentina. Tal era así que mis amigos no sabían por qué estábamos exiliados en Cuba y lo dudaban cuando yo se los explicaba. En realidad daba la sensación de que no teníamos (en Argentina) un gobierno lo suficientemente malo como para exiliarnos, ni como para que mi padre estuviese preso ocho años y medio, ni como para que hubiese 30.000 desaparecidos, más que el doble de la cantidad de muertos en Chile».

«Vi lágrimas en los ojos de hombres duros –recuerda también Martín Guevara–, de militantes de organizaciones de izquierdas argentinas, que estaban en Cuba, aceptando las migajas de un exilio en absoluto silencio, como quien da albergue al violador del pueblo. Lágrimas cuando, al esperar una declaración en el tribunal de la ONU por los derechos humanos, Fidel a través de sus enviados, bajo apercibimiento de la URSS, calló, haciéndose cómplice histórico de semejante villanía».

En su denuncia de este hecho, Guevara roza también, sin decirlo explícitamente, el espinoso tema de la traición de Fidel al Che, al decir: «Cuando debió callar, leyó en la Plaza de la Involución aquella carta de despedida de su amigo Guevara, que sólo debía ser leída en caso de muerte. Cuando debió hablar para hacer revolución, para hacerle un honor a su ex amigo con respecto a su patria, calló».