Siete escritores cubanos encarcelados por sus ideas

Cuba, tierra de escritores, desde el primero de enero de 1959 ha sido especialmente una isla de escritores censurados y presos por sus ideas. Conoce las historias de siete escritores cubanos encarcelados por pensar diferente.

ÁRBOL INVERTIDO (La Habana, Cuba, 19 Mayo 2021)

Poner tras las rejas a los escritores cuando estos cruzan una raya roja, porque se atreven a cuestionar al poder o porque se niegan a “entrar por el aro”, ha sido una práctica habitual en la etapa de la revolución cubana, desde 1959.

Aunque evidentemente no fue Fidel Castro el primer gobernante de la isla que temió a los escritores y los trató de enmudecer encerrándolos. Durante la colonia, tenemos al poeta Juan Francisco Manzano, nacido esclavo y torturado después de quedar libre. Hay incluso una literatura “carcelaria”, escrita durante o sobre el castigo de la cárcel. Esa bibliografía es amplia y recoge momentos célebres. Se cuenta que el poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) iba recitando su poema “Plegaria a Dios” mientras lo llevaban al lugar de su ejecución. Otro poeta fusilado por los españoles, Juan Clemente Zenea, dejó su Diario de un mártirJosé Martí, el más universal de los cubanos, cuando era muy joven, fue condenado por revelar sus ideas independentistas en una carta privada, experiencia que resumió en El presidio político en Cuba. Luego, en la primera mitad del siglo XX, pasaron alguna vez por la cárcel escritores como Rubén Martínez Villena y Alejo Carpentier, entre otros. También tenemos el Presidio Modelo, de Pablo de la Torriente Brau.

Pero, cuando la isla queda dominada por la ideología comunista, es cuando se abre para los escritores cubanos un largo capítulo de vigilancia sistemática, campos de concentración (UMAP), normas sociales impuestas por decreto, adoctrinamientos, censuras, correcciones de la conducta, y el castigo de la cárcel para los más problemáticos, pena que casi siempre acaba en destierro.

Uno de los procesos más sonados del gobierno cubano contra un escritor, es el del poeta Heberto Padilla: antes de verse obligado a autoinculparse públicamente, en un evento que pasaría a los anales universales de la infamia, estuvo treinta y siete días encarcelado (entre marzo y abril de 1971) en Villa Marista, sede de la Seguridad del Estado.

Si intentáramos mencionar a todos los escritores condenados a pasar una temporada en las cárceles revolucionarias, correríamos el peligro de hacer una lista demasiado extensa, y, aun así, pasar por alto más de un nombre. Asimismo, elegir solamente a unos pocos no resulta menos difícil, pues parece imposible comparar entre cantidades de sufrimiento.

A continuación, hemos seleccionado a siete de los más significativos en esta historia, en representación de todos los escritores cubanos encarcelados a partir de 1959.

Reinaldo Arenas (1943-1990)

Fue tal vez el primer caso notable de condena contra un escritor por parte del régimen. Abiertamente homosexual, el poeta y narrador nacido en 1943, quedó excluido desde los primeros años de la Revolución de los principales espacios que marcarían la política trazada por Fidel Castro en su famoso “Discurso a los intelectuales”. Desde la Biblioteca Nacional al Instituto Cubano del Libro y de allí a las páginas de la revista La Gaceta de Cuba, el estamento público que comenzaba a alcanzar Arenas, a la par que sus constantes críticas a la dictadura, dispararon las alarmas de la Seguridad del Estado (SE), órgano represivo creado para controlar de cerca cualquier actividad de oposición emergente en la isla.

Tras el éxito de su única novela publicada en territorio nacional, Celestino antes del alba (1967), agotada en apenas una semana y sin reeditarse, la SE, que para el año 1971 ya se había estrenado en sus métodos estalinistas con la sonada autoinculpación del poeta Heberto Padilla, se dispuso a seguirle los pasos a Arenas. Lo que sobrevino fue la acusación por “desviaciones ideológicas” contra el escritor de treinta años y su condena a prisión, que cumplió entre 1974 y 1976 en las mazmorras del castillo El Morro, frente a la bahía de La Habana.

Luego de su liberación permaneció algunos años silenciado en Cuba, hasta su salida por el Mariel en 1980 hacia el exilio, de donde nunca regresó.

Sus años de supervivencia en El Morro, confinado entre presos comunes, quedaron recogidos en su autobiografía Antes que anochezca (1992), el libro en que se basó el director Julian Schnabel para realizar la película de igual título, con Javier Bardem en el papel de Arenas (actuación que le valdría al español una nominación a los Premios Oscar en 2001).

Pero, Arenas no pudo asistir a ese y otros éxitos que darían a conocer su magia narrativa y su vida insobornable dentro de un gran reconocimiento internacional. El 7 de diciembre de 1990, enfermo de SIDA, puso fin a su existencia en la ciudad de Nueva York.

“O se vive como uno desea, o es mejor no seguir viviendo”, apuntó en su autobiografía, concluida poco antes de su último día. “En Cuba había soportado miles de calamidades porque siempre me alentó la esperanza de la fuga y la posibilidad de salvar mis manuscritos. Ahora la única fuga que me quedaba era la muerte”.

Ángel Cuadra (1931-2021)

De opositor a la tiranía de Fulgencio Batista, cuando estudió en la Universidad de La Habana, pronto pasó a oponerse también al nuevo régimen, cuando comprendió que no eran muy diferentes.

Ángel Cuadra fundó tempranamente el Grupo Literario Renuevo (1957) y publicó su poemario Peldaño (1959). Ejerció como abogado hasta 1967. Para ese año, mientras la cortina de hierro a la que se había hilvanado el gobierno cubano comenzaba a oxidarse con las primeras protestas de polacos y checos, las “actividades subversivas” del poeta Cuadra acabaron por no cuadrarle al ojo atento de la tiranía.

Formó parte de una revista en contra del gobierno. Lo sentenciaron a 15 años de prisión, pena que cumplió con su cuota añadida de golpes, insultos, castigos, menoscabos y el aislamiento de los suyos.

Jamás consiguieron doblegar su alma de poeta, y desde la celda concibió y logró publicar, con la ayuda de amigos en el extranjero, Impromptus (1977) y Poemas en correspondencia (1979). En la prisión se dedicaba además a la publicación clandestina de textos literarios de presos políticos. Declarado prisionero de conciencia por Amnistía Internacional, fue nombrado miembro honorario del PEN Club de Suecia en 1981, hasta que, tras una gran campaña internacional, fue puesto en libertad y en 1985 pudo emigrar a Estados Unidos, donde se reunió con su familia.

Viajó a Suecia y Alemania, los países que más habían hecho por su libertad. Se graduó en Letras Hispánicas en la Universidad de la Florida, allí trabajó como profesor de Lenguas Modernas. Fundó el PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio y continuó escribiendo incansablemente hasta su muerte en febrero de 2021.

María Elena Cruz Varela (1953)

La única mujer de esta lista, autora del poemario Hija de Eva (1991), con que ganara el Premio Nacional de la UNEAC, nació premonitoriamente el mismo año en que Fidel Castro asaltó el cuartel Moncada. A inicios de la década de 1990, ya María Elena se enfrentaba a la disyuntiva de no permanecer indiferente ante la situación política provocada por el autoritarismo del mismo hombre que en el año de su nacimiento había atacado al ejército batistiano buscando para Cuba supuestamente un cambio de destino. ¿Tendría ahora ella el coraje de exigir un cambio en la nación que hasta entonces había vivido y defendido con sus virtudes literarias?

Lideró el grupo disidente Criterio Alternativo, y decidió, junto con otras personalidades de la cultura, redactar una Declaración de los Intelectuales Cubanos que pasaría a conocerse como “La carta de los diez”, por el número de firmantes. Enviaron el documento el 2 de junio de 1991 a las más altas instancias del Partido Comunista de Cuba y a la Asamblea Nacional, solicitando explícitamente a Fidel Castro la liberación de los prisioneros políticos.

Figuras como Jorge Pomar Montalvo, Fernando Velázquez Medina y Manuel Díaz Martínez, estamparon sus firmas al pie de aquella misiva que empezó a circular de mano en mano por la capital cubana.

La tarde del 19 de noviembre de 1991, una pareja de conocidos llegó al apartamento de María Elena en un edificio del reparto Alamar, pidieron para pasar a discutir varios puntos de una campaña de octavillas lanzada por Criterio Alternativo. Pero, cuando la poeta accedió a abrirles, aquel hombre y aquella mujer se transformaron en desconocidos monstruos, y se multiplicaron en una turbamulta que surgía de todos los costados de la vivienda, irrumpiendo violentamente y destrozando cuanto encontraban a su paso. Golpearon a todas las personas presentes, incluyendo a la hija de María Elena. Y a ella la arrastraron escaleras abajo hasta la calle, donde otro grupo tenía la misión de introducirle por la boca los papeles con las octavillas del programa opositor.

Fue conducida a Villa Marista, el centro de la Seguridad del Estado, y, en juicio sumarísimo, condenada a dos años de prisión. Los “actos de repudio”, sin precedentes en materia de crueldad, y el ensañamiento dentro del presidio, sin embargo, no pudieron someter a la escritora. Después de dos años de cárcel y una campaña internacional pidiendo su liberación, partió al exilio en 1994, primero a España y luego a los Estados Unidos, donde seguiría publicando obras fundamentales de la literatura de todos los tiempos, como el testimonio Dios en las cárceles de Cuba (2001), memorias noveladas de las mujeres que padecieron el presidio político en Cuba.

Jorge Olivera Castillo (1961)

Detenido por una tropa militar en su hogar en La Habana el 18 de marzo de 2003 y, tan solo 15 días después, juzgado en un proceso sumario, sin ninguna posibilidad de defensa. Se le acusó de cometer actos “contra la independencia nacional y la economía de Cuba” (Ley 88). Sus culpas tan “terribles”, consistían en la publicación de artículos de opinión en la revista Encuentro de la cultura cubana en Madrid y otros medios internacionales.

Nacido en el barrio de Belén en La Habana Vieja, Cuba, en 1961, Olivera Castillo había trabajado diez años como editor en la televisión cubana, hasta que, en 1991, tras un intento fallido de abandonar la isla en una balsa, empezó a sufrir las consecuencias de disentir. Dos años más tarde realizaba su primer reportaje para Radio Martí, y en 1995 fundaba junto a otros periodistas Havana Press, agencia de periodismo libre, de la que luego se convertiría en director.

Aprovechando que los Estados Unidos y el resto del mundo concentraban su atención en la guerra de Irak, el gobierno cubano se propuso deshacerse, con un solo golpe, de los principales reporteros independientes y opositores que lo señalaban, y Olivera estaba entre ellos. “Sobre las dos de la tarde del 18 de marzo de 2003 —contaría luego— fui arrestado. Había regresado del hospital, de atenderme un problema gastrointestinal, cuando violentamente irrumpió una tropa de alrededor de veinte militares”. Se conoce a estos hechos como la Primavera Negra de 2003. El mismo día fueron detenidos unos 75 opositores, para ser condenados en tiempo récord. La sanción contra Jorge Olivera: 18 años de cárcel.

Se le trasladó a más de 900 km de su familia, a la cárcel de Chafarina en Guantánamo, en el otro extremo de la isla.

“Fueron días terribles. Las celdas mínimas de cuatro personas estaban tapiadas. Las camas eran una plancha de zinc fijada a la pared con una cadena. Los medicamentos te los sitúan en una bandeja metálica fuera de la celda. Te llaman por un número. Ya no era Jorge, sino el recluso 666. Duermes con dos lámparas de luz fría que nunca se apagan. A cualquier hora del día o la noche te llaman para largos interrogatorios. Te conducen por largos y sombríos pasillos repletos de celdas donde no ves a ningún otro detenido. Es como la boca de un lobo”, recuerda Olivera.

En prisión, su salud seguiría agravándose. Pero, también allí empezó a escribir poemas. “La poesía me salvó de la locura”, ha dicho. “En mi encierro en una celda de aislamiento, durante más de nueve meses, fue que las musas me visitaron con mayor asiduidad. No podría explicar el porqué de esto. Son los misterios de la vida”.

Cuando había cumplido 18 meses de condena, quedó en libertad con una licencia extrapenal, por razones de salud. Siguió escribiendo y disintiendo del régimen, sin aceptar la oferta del exilio, a pesar de sufrir continuamente acoso y represalias.

Sus vivencias de la cárcel están presentes en algunos de sus libros, como en los cuentos de Huésped del infierno (Ed. Aduana Vieja, España, 2007) y Antes que amanezca y otros relatos (CADAL, Buenos Aires, 2010), así como en los poemarios Sobrevivir en la boca del lobo (Ed. Hispano Cubana, España, 2012) y Tatuajes en la memoria (Praga, 2013).

Raúl Rivero (1945-2022)

Otro “sobreviviente” de las represalias a los firmantes de la famosa “Carta de los Diez” fue el poeta y periodista Raúl Rivero. Había ganado los más importantes premios nacionales, cuando incluso se especulaba que estaba llamado a ser el sustituto de Nicolás Guillén como Poeta Nacional de Cuba. Pero, en 1989 renunció a su membresía en la oficialista Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Aunque no sería hasta la década del 90 cuando lograría desprenderse de la costra ideológica que permeaba todas las instituciones culturales del país.

En 1995, en su cumpleaños 50, quien había sido uno de los fundadores de la revista procastrista El Caimán Barbudo y ex corresponsal de Prensa Latina, se lanzó a la creación de la agencia de noticias independiente Cuba Press. Con la fiel compañía de Ricardo González Alfonso, fundó en el 2000 la Sociedad de Periodistas Independientes Manuel Márquez Sterling, primera asociación de periodistas autónomos de la isla, de la que saldría también la revista De Cuba, con González Alfonso como director.

La Primavera Negra del 2003 intentó cortar todas las actividades del pensamiento libre en Cuba. Unos 75 disidentes, y entre ellos un considerable número de periodistas, fueron acusados de realizar actos “contra la protección de la independencia nacional y la economía de Cuba y actos contra la independencia o la integridad o estabilidad territorial del estado”. Sobre Rivero cayó entonces una condena de 20 años de cárcel.

En Vidas y oficios. Los poemas de la cárcel, reunió los textos surgidos tras las rejas. Un libro “escrito para fugarme de la cárcel, para salir de ese lugar hostil y lleno de crispaciones donde estaba”, con poemas que nacieron en una celda en la que “sólo se podían dar seis pasos seguidos”. Cumplió año y medio, y salió en 2004 gracias a una licencia extrapenal, por problemas de salud. La presión internacional hizo posible la exoneración de la mayoría de los del grupo, y su salida del territorio nacional. Rivero se radicaría en España y posteriormente en Estados Unidos.

Manuel Vázquez Portal (1951)

La trayectoria de Vázquez Portal, nacido en 1951 en la ciudad de Morón, en el centro de la isla, no es muy distinta a la de Rivero, oriundos de la misma ciudad.

Vinculado en la década de los 80 a la cultura oficial promovida por el gobierno, Vázquez Portal trabajó como asesor para asuntos literarios del Ministerio de Cultura. En apenas una década, este prolífico autor llegó a contar con poemarios como Del pecho como una gotaA mano abiertaCantos inicialesUn día de Pablo Cascabeles, casi todos reconocidos con los mayores premios que otorgaban las instituciones estatales en esa época.

Pero, entrando en los 90, cuando la realidad cubana se volvía más desoladora y asfixiante, con la eliminación de las revistas literarias y la censura en su punto más crítico, tomar un compromiso abierto se volvió para Portal una necesidad imperante. Pasó del cultivo de las formas tradicionales de la poesía a asumir un rol social como periodista independiente, lo que le valió el desprecio de los simpatizantes del régimen y la expulsión definitiva de la UNEAC en 1995.

Primero desde la plataforma Cuba Press, y más tarde desde su Grupo de Trabajo Decoro (1998), publicaba artículos criticando la economía nacional y la ausencia de democracia.

También fue sentenciado en la Primavera Negra de 2003. Su condena: 18 años. Recluido en la cárcel de Boniato, en Santiago de Cuba, era llevado frecuentemente a celdas de aislamiento, y realizó varias huelgas de hambre. En mayo de 2003 escribió un diario, que pudo ser sacado clandestinamente, describiendo las duras condiciones de la prisión. Tras una campaña internacional y merecer el premio internacional de la Libertad de Prensa del Comité para la Protección de Periodistas, finalmente recibió la liberación por el deterioro de su salud. Exiliado en Estados Unidos.

Ángel Santiesteban (1966)

La entrega del Premio Václav Havel en 2020 al escritor cubano Ángel Santiesteban (1966) no podía sorprender a nadie. Al menos a nadie que conociera la historia de este formidable narrador que, al igual que el escritor checo, había puesto a temblar al régimen totalitario desde su propia obra y delante de sus propias narices. El libro Dichosos los que lloran (2006), con que ganó el Premio Casa de las Américas, lo situó entre lo más selecto de la narrativa contemporánea de Cuba.

Parecía difícil, entonces, que tras convertirse en un autor molesto con la apertura de su blog Los hijos que nadie quiso, al escritor se le pudiera fabricar una imagen de descrédito entre sus colegas y lectores. Era el período posterior a la Primavera Negra, habían emigrado la mayoría de hombres y mujeres de letras que representaban un problema para la dictadura.

Quizás los represores creían que tendrían un descanso y podrían suspirar aliviados. Pero, la aparición de Internet y el auge de los blogueros, vino a provocarles otra vez pesadillas, y los vigilantes de la ciudad letrada optaron por extenderse en sus métodos de espionaje cibernético y la descalificación de todo aquel que expresara el menor desacuerdo. Fabricar casos de delitos comunes contra los disidentes se convirtió en una táctica acostumbrada para, al mismo tiempo que se ejecuta la represión, inhibir la solidaridad internacional.

Contra Santiesteban se orquestó en 2013 una infamia que involucró la coacción a su ex esposa y la elaboración de un presunto delito de “violación de domicilio y lesiones”, por el que debía cumplir cinco años en prisión. Apostaban quizás por la posibilidad de que, mientras él veía acercarse un juicio de sentencia segura, decidiera escapar de la isla como lo había hecho parte de su familia en una balsa muchos años atrás.

Pero, por el contrario, Santiesteban no solo permaneció en la isla, sino que acrecentó su crítica frontal al sistema.

Tras dos años y medio en las prisiones, y el apoyo del exterior y la falta de pruebas en el amañado proceso, pudo volver a la calle, para continuar su activismo y seguir escribiendo una literatura descarnada, en buena parte aprovechando las historias de la cárcel.

Santiesteban se ha burlado del “castigo”, diciendo que para un escritor como él, quien agradece hallar los temas de la dura realidad que prefiere incluir en sus cuentos, llevarlo a la cárcel resultó como si lo premiaran con una beca para apoyar su literatura.

Fue uno de los guionistas del filme Plantadosdirigido por Lilo Vilaplana, sobre la historia del presidio político cubano. Después, ha publicado El verano en que Dios dormía (Premio Frank Kafka, Praga, 2013) y El regreso de Mambrú (Premio Reinaldo Arenas, Miami, 2016). Creó en 2018 el independiente Club de Escritores y Artistas de Cuba. ■

Discurso de Fidel Castro en la clausura del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura. La Habana, 30 de abril de 1971.

Señores invitados:

Como saben los compañeros del Congreso, hoy llevamos ya dieciséis horas y cuarto trabajando todos sin parar un solo minuto.  Por eso nosotros no queremos abusar, ni mucho menos que algunos se vayan a dormir a esta hora, y por eso trataremos de ser breves. 

No vamos a hablar de los puntos, las conclusiones, las recomendaciones, porque de eso largamente se ha hablado y se acaba de exponer en la declaración del Congreso. 

Nos parece que lo más importante es señalar, a los efectos de sacar las conclusiones útiles, otros aspectos que merecen señalarse.  En primer lugar, este Congreso ha sido el desarrollo consecuente de una línea de masas en la educación. 

En este Congreso han participado prácticamente todos los profesores y maestros del país, que suman casi 100 000.  Tuvieron lugar miles de reuniones en la base.  Se trajeron al Congreso, y se discutieron 413 ponencias.  Se recibieron en el Congreso 7 843 recomendaciones.  Se compatibilizaron 4 703, es decir:  quedaron 4 703 después de compatibilizadas.  Y se discutieron 4 703 recomendaciones.  Y se aprobaron entre 2 500 y 3 000 —falta el dato exacto— que saldrán junto con los dictámenes, en las Memorias de este Primer Congreso. 

De manera que aquí se ha traído la expresión fiel de lo que piensan, lo que sienten, lo que anhelan, lo que preocupa y lo que desean nuestros educadores. 

Al éxito del Congreso ha contribuido el apoyo pleno de todas las organizaciones de masas y de los organismos.  De manera que en su Congreso los educadores han contado con un apoyo total del país. 

El Congreso se ha caracterizado por su magnífica organización, su extraordinario trabajo previo —que comenzó desde la base—; se ha caracterizado por la seriedad de los análisis y las discusiones; se ha caracterizado por la profundidad de los debates; se ha caracterizado por el extraordinario espíritu de trabajo. 

Se trabajó de verdad y sin descanso en este Congreso, ¡tanto, que apenas se durmió!  Y como resultado de ese trabajo se ha logrado lo que puede calificarse de un magnífico programa educacional para nuestro país, es decir, para esta etapa de la Revolución.  De hecho tenemos ya el programa de la educación para la Revolución para esta década, y que resume la experiencia de nuestros educadores en estos años. 

El Congreso ha puesto de manifiesto algo que no nos toma por sorpresa, que es el considerable número de cuadros y de valores educacionales que se han ido desarrollando en estos años de Revolución. 

El Congreso puso en evidencia también los niveles que se van alcanzando y la complejidad creciente de estos problemas.  Y, por tanto, la necesidad de un mayor esfuerzo de superación, de un mayor rigor en el estudio y en el trabajo, para responder a una exigencia creciente de la calidad y de la técnica en la medida en que crece el propio nivel de nuestros educadores.  Y en la medida en que crecen, por supuesto, las complejidades en nuestros problemas educacionales. 

Se reveló un superior espíritu de camaradería entre los delegados del Congreso.  Y entre los compañeros, prevaleció en todo instante un espíritu verdadero de fraternidad, de compañerismo, de cooperación, sin egoísmos, sin individualismos, sin grupismos, sin ninguna manifestación por parte de nadie absolutamente del deseo de prevalecer o de predominar o de ganar popularidad. 

El Congreso se caracterizó, además, por una gran exigencia.  Y en las sesiones plenarias prevalecía un fuerte espíritu de crítica y, podríamos decir, de presión por cada uno de los delegados que pedía hacer uso de la palabra.  Es decir, la rápida e inmediata inconformidad con el menor detalle, con el menor descuido, con la menor pérdida de tiempo. 

De manera que a nosotros nos parecía que este Congreso era un poco la imagen de la futura sociedad de nuestro país.  Y habrá que ver si en un mundo así podrá vivir un analfabeto, un ignorante, y si incluso no se plantea desde ahora, entre otras muchas razones que se han expuesto de orden económico, científico y de todo tipo, la educación como condición elemental de vida espiritual y moral del hombre del futuro.  Porque creemos que en una sociedad que avanza hacia niveles superiores de cultura, la vida para el ignorante será moralmente insoportable. 

Nosotros observábamos todas estas características a medida que se desenvolvía el Congreso, y meditábamos sobre estos problemas. 

Los debates fueron amplísimos en las Comisiones, los criterios fueron expuestos con absoluta franqueza, con absoluta libertad, como no se puede concebir en ninguna otra sociedad que no sea socialista, expresando en todo instante únicamente los intereses de la comunidad, los intereses de la patria, que son los intereses de los trabajadores, los intereses de los estudiantes, los intereses de los niños. 

No exponían aquí los profesores y maestros sus preocupaciones por un grupito de niños privilegiados que podían ir a la escuela, no venían aquí a defender con calor y con pasión las iniciativas y los criterios que irían a beneficiar una minoría de clases explotadora y privilegiada.  Defendían los criterios y los intereses de los hijos de nuestros trabajadores y de nuestros campesinos, a lo largo y ancho de la isla; expresaban y reflejaban las inquietudes por aquellos niños que van a las escuelas humildes todavía, sí, muy pobres todavía, pero muy dignas, de las montañas de Baracoa o de la Sierra Maestra o del Escambray o de la Ciénaga de Zapata o de la Península de Guanahacabibes. 

Estaban representando los intereses de todos los niños sin excepción; luchaban por todo aquello que de un modo o de otro podía mejorar la calidad de la enseñanza que reciben esos niños, la enseñanza de 1 600 000 niños matriculados en nuestras escuelas primarias, la de casi 200 000 estudiantes de los cursos regulares de la enseñanza media y superior y de cientos de miles de adultos que estudian en las escuelas de superación obrera y campesina u otras escuelas; en fin, los intereses de más de 2 300 000 personas que estudian, que quiere decir los intereses más sagrados de nuestro pueblo, los intereses más fundamentales de nuestra patria, de los cuales depende el presente, pero sobre todo depende en grado extraordinario el futuro. 

Eso es lo que representaban aquí los delegados al Congreso, todos:  los intereses de toda la sociedad, de una sociedad que ha erradicado la explotación del hombre por el hombre, que ha erradicado el sistema de explotación que existía. 

Y por eso, solo en un proceso revolucionario y solo después de una Revolución tan profunda como la que ha tenido lugar en nuestra patria podía tener lugar un congreso como este.  Porque en el pasado ¿qué habría sido un Congreso como este?  —y eso nos decían algunos delegados.  Demandas de tipo económico de toda índole, en medio de una lucha lógica por la supervivencia, facciones.  Aquí habrían estado representadas todas esas corrientes que fueron combatidas. 

Aquí habríamos tenido un conjunto de profesores y maestros representando, en algunas ocasiones, desde luego, estos mismos intereses que representan ahora: los de los campesinos, los de los obreros, los de los estudiantes; habrían tenido posiblemente una minúscula participación en este Congreso. 

Habrían estado representadas todas las organizaciones y partidos burgueses, un Congreso dividido en una docena de partidos; habrían estado representados —por supuesto— los intereses de los explotadores, bien representados. Aquí habrían estado representadas todas las corrientes más oscurantistas, más retrógradas y más negativas.  Eso no habría podido llamarse jamás Congreso. 

¿Pero qué caracterizó muy especialmente este Congreso?  ¿Qué nos llamó extraordinariamente la atención?  Y es que en este Congreso, donde se discutieron incontables cuestiones, donde se presentaron cientos de ponencias y miles de recomendaciones, en que lógicamente muchas de esas materias tenían que ser y eran objeto de apasionados debates, sobre todo todas aquellas que tenían que ver con las técnicas, con los problemas de los métodos, evaluaciones, problemas prácticos de los muchos que se han referido aquí; en este Congreso donde se discutió tanto sobre todos los problemas discutibles y controvertibles, sin embargo, en lo que se refiere a las cuestiones ideológicas, en lo que se refiere a las cuestiones revolucionarias, en lo que se refiere a las cuestiones políticas, había una posición firme, sólida, unánime, monolítica (APLAUSOS). 

Y los temas que suscitaban más ardor, más pasión y más unanimidad, los que provocaron los más clamorosos aplausos, fueron precisamente esos temas que abordaban las cuestiones ideológicas, las cuestiones políticas, las cuestiones revolucionarias, y que revelaban hasta qué punto las ideas revolucionarias, las ideas patrióticas, las ideas internacionalistas, las ideas marxista-leninistas han calado profundamente en el corazón y en la conciencia de nuestro pueblo y muy especialmente en una gran parte de nuestros educadores.  Y cómo los maestros enviaron aquí delegados que eran fiel reflejo de ese pensamiento, de esas ideas, de esas posiciones verticales y radicales en la política que es fundamental. 

Y por eso nosotros nos sentimos alentados y nos sentimos optimistas de saber que nuestros educadores —en cuyas manos está la educación de más de 2 millones de personas, la educación de la actual generación—, nuestro movimiento de educadores ha alcanzado ya esos niveles de conciencia revolucionaria y política. 

Se ha logrado elaborar un conjunto de ideas magníficas.  No podríamos pretender, ni mucho menos, que hemos logrado ya la perfección, que todas las ideas ya fueran las óptimas.  Pero sí tenemos la impresión de que nos hemos acercado al máximo, a lo óptimo. 

Y lógicamente en años sucesivos, y respondiendo incluso a nuevas experiencias y a nuevas necesidades, haremos mayores avances.  Pero con lo que se ha elaborado bien se puede decir que se inicia en nuestra educación una nueva etapa, de que se inicia una verdadera revolución en nuestra educación. 

Creemos que este Congreso significará un salto de calidad incuestionable; creemos que este Congreso contribuirá a poner en primer plano la importancia de la educación; creemos que este Congreso contribuirá decisivamente a que nuestro pueblo todo tome conciencia de la importancia fundamental de este problema. 

Creo que este Congreso que ha logrado “a priori” el apoyo de todos y muy especialmente de nuestras organizaciones de masas, tendrá asegurado ese apoyo en los años futuros en un nivel superior al que hayamos alcanzado jamás. 

Creo que este Congreso contribuirá a elevar extraordinariamente la dignidad de los educadores, que este Congreso elevará ante la conciencia de todo el pueblo el papel de los educadores como reconocimiento a su trabajo y, además, como reconocimiento a su sentido del deber. 

Y aunque el papel del educador merezca el reconocimiento de todo el pueblo, merecen especial reconocimiento esas palabras emanadas del Congreso al expresar que los propios educadores contribuirán decisivamente a ello, que los propios educadores deberán alcanzar el más alto puesto en la estima de nuestro pueblo por su propio esfuerzo, por su propio trabajo, por su propio espíritu de superación. 

En el Congreso se señalaron las dificultades que todavía nos encontramos —las muchas dificultades— en la realización práctica de las tareas de la educación; problemas de muy diversa índole, que iban desde los problemas de la familia, los problemas de los servicios, los problemas del transporte y, en fin, muchas de esas dificultades de orden material que obstaculizan el trabajo, el desempeño óptimo de la actividad, muchas de las cuales infortunadamente tardaremos todavía años por resolver.  Pero que, sin embargo, hay entre ellas muchas que pueden ser aliviadas, que pueden ser mejoradas en la misma medida en que todo el pueblo, todas las organizaciones de masa y todos los organismos ponían especial empeño en ayudar a obviarlas. 

Esa toma de conciencia acerca de la importancia de la educación por todo el pueblo, sin duda nos ayudará a facilitar las condiciones de trabajo de los maestros.  Esa toma de conciencia que es la que hace que cuando alguien en un carro —en los lugares donde no hay ningún otro vehículo— se encuentre un maestro esperando para ir a la escuela o de regreso de la escuela, enseguida se acuerde de que es un maestro, que ese maestro está formando a las nuevas generaciones, que cada hora que pierda, cada minuto que pierda lo pierde el país, y se detenga allí, por apurado que vaya, para prestarle una cooperación y una ayuda. 

He citado este ejemplo como uno de los muchos, de los miles de ejemplos en que la toma de conciencia, el espíritu de cooperación puede cooperar con el trabajo de la educación. 

De la misma manera los organismos que están al frente de los servicios, y muy especialmente las organizaciones de masas, cuyo apoyo es tan fundamental y decisivo en las tareas de la educación…

Porque algo en lo cual había unánime criterio es que la educación, donde los educadores juegan un papel muy importante, es sin embargo deber de todos y tarea de todos, obligación de todos y esfuerzo de todos (APLAUSOS). 

Por nuestra parte, por parte de la dirección de nuestro Partido y del Gobierno Revolucionario, que siempre ha tenido preocupación por los problemas de la educación, que sin duda de ninguna clase ha dado a esta actividad grandes recursos de todo tipo, al extremo de que hoy trabajan en el campo de la educación, de la cultura y de la ciencia —como expresó aquí en el día de hoy la compañera Olga— 165 000 trabajadores, casi   100 000 profesores y maestros, sin contar las decenas de miles de jóvenes que se están preparando para esta actividad. 

Tendrán —decimos— del Partido y del Gobierno Revolucionario el máximo interés, porque para todos nosotros este Congreso servirá además para que tengamos una información más pormenorizada, más detallada de los problemas, y además dispongamos de ese magnífico material que se ha elaborado para trabajar en el campo de la educación. 

Pues, aunque se hayan puesto al servicio de la educación grandes recursos, todavía no veíamos con suficiente claridad, todavía no acabábamos de ver con suficiente claridad cómo aún quedaban recursos potenciales para apoyar la actividad de la educación; recursos que la Revolución tiene en sus manos y que, aunque han trabajado en ese sentido, pueden todavía aportar mucho más a la educación. 

Tenemos, desde luego, las organizaciones de masas, identificadas absolutamente con la tarea de los educadores.  Pero además tenemos otros recursos técnicos, tenemos esos medios masivos de comunicación, tenemos esos recursos que se han señalado. 

Tenemos el Instituto del Libro, por ejemplo.  Es cierto que se ha hecho un esfuerzo de impresión grande.  Es cierto que se han triplicado, cuadruplicado, los libros impresos.  Es cierto que, incluso, si vamos a atender el 100% de las necesidades, todas esas imprentas y todas esas capacidades son todavía limitadas, aun incluyendo la nueva imprenta que nos facilitaron los amigos de la República Democrática Alemana y que está a punto de entrar en producción. 

Pero hay que tener un criterio preciso acerca de las prioridades de nuestro Instituto del Libro.  Y ese criterio se puede resumir con estas palabras:  en los libros que se impriman en el Instituto del Libro, la primera prioridad la deben tener los libros para la educación (APLAUSOS), la segunda prioridad la deben tener los libros para la educación (APLAUSOS), ¡y la tercera prioridad la deben tener los libros para la educación!  (APLAUSOS.) Eso está más que claro. 

A veces se han impreso determinados libros.  El número no importa.  Por cuestión de principio, hay algunos libros de los cuales no se debe publicar ni un ejemplar, ni un capítulo, ni una página, ¡ni una letra!  (APLAUSOS.) 

Claro está que tenemos que tener en cuenta el aprendizaje, nuestro aprendizaje.  Claro está que en el transcurso de estos años hemos ido cada día conociendo mejor el mundo y sus personajes.  Algunos de esos personajes fueron retratados aquí con nítidos y subidos colores.  Como aquellos que hasta trataron de presentarse como simpatizantes de la Revolución, ¡entre los cuales había cada pájaro de cuentas!  (RISAS.)

Pero que ya conocemos, y nuestra experiencia servirá para los demás, y servirá para los países latinoamericanos, y servirá para los países asiáticos y los países africanos. 

Hemos descubierto esa otra forma sutil de colonización que muchas veces subsiste y pretende subsistir al imperialismo económico, al colonialismo, y es el imperialismo cultural, el colonialismo político, mal que hemos descubierto ampliamente.  Que tuvo aquí algunas manifestaciones, que no vale la pena ni detenerse a hablar de eso.  Creemos que el Congreso y sus acuerdos son más que suficientes para aplastar como, con una catapulta esas corrientes. 

Porque en definitiva, en Europa, si usted lee un periódico burgués liberal de Europa y en Europa, para ellos los problemas de este país no, no son los problemas de un país a 90 millas de Estados Unidos, amenazado por los aviones, las escuadras, los millones de soldados del imperialismo, sus armas químicas, bacteriológicas, convencionales, y de todo tipo.  No es el país librando una épica batalla contra ese imperio que nos quiere hundir y bloquear por todas partes, ¡no! No son estos problemas que nos plantean las condiciones de un país subdesarrollado, que tiene que librar su sustento en condiciones difíciles.  No son los problemas de los más de 2 millones de niños y jóvenes o de estudiantes que tenemos que atender, llevarles libros, materiales, lápices, ropa, zapatos, muebles, pupitres, pizarras, medios audiovisuales, tizas, alimentos en muchas ocasiones —puesto que tenemos medio millón aproximadamente que comen en las escuelas—, aulas, edificaciones, ropa, zapatos.  ¡No!  Para esos señores que viven aquel mundo tan irreal estos no son problemas, esto no existe. 

Hay que estar locos de remate, adormecidos hasta el infinito, marginados de la realidad del mundo, para creer que estos no son nuestros problemas, para ignorar estos reales problemas que tenemos nosotros, que van desde el libro de texto, el medio audiovisual, el programa, la articulación de los programas, los métodos de enseñanza, los niveles, las preparaciones, etcétera, etcétera, etcétera.  Y creen que los problemas de este país pueden ser los problemas de dos o tres ovejas descarriadas que puedan tener algunos problemas con la Revolución, porque “no les dan el derecho” a seguir sembrando el veneno, la insidia y la intriga en la Revolución.  Por eso, cuando trabajábamos en estos días en el Congreso, algunos decían que seguramente a eso me iba a referir yo esta noche.  Pero, ¿por qué?  ¿Por qué tengo que referirme a esas basuras?  ¿Por qué tenemos que elevar a la categoría de problemas de este país problemas que no son problemas para este país?  (APLAUSOS.)  ¿Por qué, señores liberales burgueses?  ¿Acaso no sienten y no palpan lo que opina y lo que expresa la masa de millones de trabajadores y campesinos, de millones de estudiantes, de millones de familias, de millones de profesores y maestros, que saben de sobra cuáles son sus verdaderos y fundamentales problemas?  (APLAUSOS PROLONGADOS.) 

Algunas cuestiones relacionadas con chismografía intelectual no han aparecido en nuestros periódicos.  Entonces:  “¡Qué problema, qué crisis, qué misterio, que no aparecen en los periódicos!”  Es que, señores liberales burgueses, esas cuestiones son demasiado intrascendentes, demasiado basura para que ocupen la atención de nuestros trabajadores y las páginas de nuestros periódicos (APLAUSOS). 

Nuestros problemas son otros, y ya aparecerán las historias, y ya aparecerán los problemillas en alguna revista literaria:  más que suficiente.  Y algún rato de ocio, de aburrimiento —si es que cabe— lo puede dedicar el público como un entretenimiento o como una ilustración útil a esas cuestiones que quieren a toda costa que las elevemos a la categoría de problemas importantes. 

Porque ellos allá, todos esos periódicos reaccionarios, burgueses, pagados por el imperialismo, corrompidos hasta la médula de los huesos, a 1 000 millas de distancia de los problemas de esta Revolución y de los países como el nuestro, creen que esos son los problemas.  ¡No!, señores burgueses:   nuestros problemas son los problemas del subdesarrollo y cómo salirnos del atraso en que nos dejaron ustedes, los explotadores, los imperialistas, los colonialistas; cómo defendernos del problema del criminal intercambio desigual, del saqueo de siglos.  Esos son nuestros problemas. 

¿Y los otros problemas?  Si a cualquiera de esos “agentillos” del colonialismo cultural lo presentamos nada más que en este Congreso, creo que hay que usar la policía, no obstante lo cívicos y lo disciplinados que son nuestros trabajadores y que son estos delegados al Congreso.  No se pueden ni traer, eso lo sabe todo el mundo.  Así es.  Por el desprecio profundo que se ha manifestado incesantemente sobre todas estas cuestiones. 

De manera que me he querido referir a esto para explicarles el porqué a los liberales burgueses. 

Están en guerra contra nosotros.  ¡Qué bueno!  ¡Qué magnífico!  Se van a desenmascarar y se van a quedar desnudos hasta los tobillos.  Están en guerra, sí, contra el país que mantiene una posición como la de Cuba, a 90 millas de Estados Unidos, sin una sola concesión, sin el menor asomo de claudicación, y que forma parte de todo un mundo integrado por cientos de millones que no podrán servir de pretexto a los seudoizquierdistas descarados que quieren ganar laureles viviendo en París, en Londres, en Roma.  Algunos de ellos son latinoamericanos descarados, que en vez de estar allí en la trinchera de combate (APLAUSOS), en la trinchera de combate, viven en los salones burgueses, a 10 000 millas de los problemas, usufructuando un poquito de la fama que ganaron cuando en una primera fase fueron capaces de expresar algo de los problemas latinoamericanos. 

Pero lo que es con Cuba, a Cuba no la podrán volver a utilizar jamás, ¡jamás!, ni defendiéndola.  Cuando nos vayan a defender les vamos a decir:  “¡No nos defiendan, compadres, por favor, no nos defiendan!” (APLAUSOS.)  “¡No nos conviene que nos defiendan!”, les diremos. 

Y desde luego, como se acordó por el Congreso, ¿concursitos aquí para venir a hacer el papel de jueces?  ¡No!  ¡Para hacer el papel de jueces hay que ser aquí revolucionarios de verdad, intelectuales de verdad, combatientes de verdad!  (APLAUSOS.)  Y para volver a recibir un premio, en concurso nacional o internacional, tiene que ser revolucionario de verdad, escritor de verdad, poeta de verdad (APLAUSOS), revolucionario de verdad.  Eso está claro.  Y más claro que el agua.  Y las revistas y concursos, no aptos para farsantes.  Y tendrán cabida los escritores revolucionarios, esos que desde París ellos desprecian, porque los miran como unos aprendices, como unos pobrecitos y unos infelices que no tienen fama internacional.  Y esos señores buscan la fama, aunque sea la peor fama; pero siempre tratan, desde luego, si fuera posible, la mejor. 

Tendrán cabida ahora aquí, y sin contemplación de ninguna clase, ni vacilaciones, ni medias tintas, ni paños calientes, tendrán cabida únicamente los revolucionarios. 

Ya saben, señores intelectuales burgueses y libelistas burgueses y agentes de la CIA y de las inteligencias del imperialismo, es decir, de los servicios de inteligencia, de espionaje del imperialismo:  En Cuba no tendrán entrada, ¡no tendrán entrada!, como no se la damos a UPI y a AP  ¡Cerrada la entrada indefinidamente (APLAUSOS), por tiempo indefinido y por tiempo infinito!

Eso es todo lo que tenemos que decir al respecto. 

Ahora, esos instrumentos:  cuanto libro se publique aquí, cuanto papel se imprima, cuanto espacio dispongamos útil dondequiera, en todos los medios de divulgación, no digo que los vayamos a usar ciento por ciento en la educación.  Desgraciadamente, no podemos.  Pero no podemos no porque no estén disponibles ahí, sino porque no tendríamos los materiales, el personal calificado necesario para dedicar la televisión entera, entera a la educación.  Si la educación es atractiva, la cultura forma parte de la educación; las mejores obras culturales, las mejores creaciones artísticas del hombre y de la humanidad forman parte de la educación.  Pero todo lo que pueden ser usadas, serán usadas.  Y deberán ser cada vez más usadas. 

Aquí se hablaba de la necesidad que tenemos de películas infantiles, de programas de televisión infantiles, de literatura infantil.  Y no Cuba, prácticamente el mundo está carente de eso.  Pero, ¿cómo vamos a tener programas infantiles si surgen algunos escritores influidos por esas tendencias y entonces pretenden ganar nombre, no escribiendo algo útil para el país sino al servicio de las corrientes ideológicas imperialistas?  Cómo han estado recibiendo premios esos señores, escritores de basura en muchas ocasiones.  Porque independientemente de más o menos nivel técnico para escribir, más o menos imaginación, nosotros como revolucionarios valoramos las obras culturales en función de los valores que entrañen para el pueblo. 

Para nosotros, un pueblo revolucionario en un proceso revolucionario, valoramos las creaciones culturales y artísticas en función de la utilidad para el pueblo, en función de lo que aporten al hombre, en función de lo que aporten a la reivindicación del hombre, a la liberación del hombre, a la felicidad del hombre. 

Nuestra valoración es política.  No puede haber valor estético sin contenido humano.  No puede haber valor estético contra el hombre.  No puede haber valor estético contra la justicia, contra el bienestar, contra la liberación, contra la felicidad del hombre.  ¡No puede haberlo! 

Para un burgués cualquier cosa puede ser un valor estético, que lo entretenga, que lo divierta, que lo ayude a entretener sus ocios y sus aburrimientos de vago y de parásito improductivo (APLAUSOS).  Pero esa no puede ser la valoración para un trabajador, para un revolucionario, para un comunista.  Y no tenemos que tener ningún temor a expresar con toda claridad estas ideas.  Si los revolucionarios hubieran tenido temor por las ideas, ¿dónde demonios estarían?  Tendrían 10 cadenas en el cuello y 100 000 patas sobre los hombros —no digo pies—, patas de verdugos y de opresores y de imperialistas.  Por algo una revolución es una revolución y existe y se desarrolla. Y por algo existen los revolucionarios y para algo existen los revolucionarios. Y esas son y tienen que ser y no pueden haber otras valoraciones. 

Pues decíamos que, claro, es lógico que nos falten libros de literatura infantil.  Unas minorías privilegiadas escribiendo cuestiones de las cuales no se derivaba ninguna utilidad, expresiones de decadencia.  ¡Ah!, pero en parte también porque aquí se han adoptado ciertos criterios.  En los tiempos contemporáneos, ¿se considera intelectual a quién?  Hay un grupito que ha monopolizado el título de intelectuales y de trabajadores intelectuales.  Los científicos, los profesores, los maestros, los ingenieros, los técnicos, los investigadores, no, no son intelectuales.  Ustedes no trabajan con la inteligencia.  Según ese criterio los educadores no son intelectuales. 

Pero también ha habido una cierta inhibición por parte de los verdaderos intelectuales, que han dejado en manos de un grupito de hechiceros los problemas de la cultura.  Esos son como los hechiceros de las tribus en las épocas primitivas, en que aquellos tenían tratos con Dios, con el Diablo también, y además curaban, conocían las hierbas que curaban, las recetas, las oraciones, las mímicas que curaban. 

Y ese fenómeno todavía en medio de nuestro primitivismo se produce.  Un grupito de hechiceros que son los que conocen las artes y las mañas de la cultura y pretenden ser eso. 

Y por eso se ha planteado que nosotros en el campo de la cultura tenemos que promover ampliamente la participación de las masas y que la creación cultural sea obra de las masas y disfrute de las masas.  Y que los mejores valores que ha creado la humanidad en todos los siglos, desde la literatura antigua, las esculturas, las pinturas, igual que lo fueron los principios de la ciencia, la matemática, la geometría, la astronomía, puedan ser patrimonio de las masas, puedan estar al alcance de las masas, puedan comprenderlas y disfrutarlas las masas.  Y que las masas sean creadoras. 

¿No tenemos acaso casi 100 000 profesores y maestros?  ¿No hemos visto nosotros en este Congreso brillantísimas intervenciones, agudas y profundas inteligencias, imaginación, carácter, tantas virtudes a raudales?  ¿Es que acaso entre casi 100 000 profesores y maestros, para señalar solo un sector de nuestros trabajadores, no podrían promover un formidable movimiento cultural, un formidable movimiento artístico, un formidable movimiento literario?  ¿Por qué no buscamos, por qué no promovemos, para que surjan nuevos valores, para que podamos atender esas necesidades, para que podamos tener literatura infantil, para que podamos tener muchos más programas de radio y de televisión educacionales, culturales, infantiles?  Es eso lo que debemos hacer, es eso el movimiento de masas que debemos proponer. 

¿Qué mejor ejemplo que el de hoy, en los espectáculos que brindaron los alumnos, jovencitos de la secundaria y de la preuniversitaria?  Algunos de esos alumnos representaban determinadas escuelas, donde todos los alumnos participan en algún Círculo de Interés Científico, y donde todos los alumnos participan en actividades culturales, y escriben, escriben poesía, y obras literarias, y obras de teatro, y representan, y practican todas las actividades culturales.  Y aquí los hemos visto esta noche. 

Si nosotros podemos hacer eso en todas las escuelas, y podemos hacerlo —¿no vimos un grupo de niños?—, podemos y debemos hacerlo desde los círculos infantiles, en la escuela primaria, en la secundaria, en la fábrica.  ¿Qué pueden preocuparnos a nosotros las magias de esos hechiceros?  ¿Qué pueden preocuparnos, si nosotros sabemos que tenemos la posibilidad de a todo un pueblo hacerlo creador, de a todo un pueblo hacerlo intelectual, hacerlo escritor, hacerlo artista?  ¡Todo un pueblo!  Si la Revolución es eso, si el socialismo es eso, si el comunismo es eso, porque pretende para las masas, pretende para toda la sociedad liberada de la explotación los beneficios de la ciencia, de la cultura, del arte.  Si eso, y todo lo que forme parte del bienestar del hombre… ¿Por qué luchamos? ¿Para qué luchamos? 

¿Y qué era lo que precisamente excitaba el interés de ustedes, la pasión de ustedes, en este Congreso, si no pensando en lo que podían llevar allí de cultura, de adelanto, de mejora, de bienestar, de felicidad, a los niños y a los jóvenes y a los obreros que ustedes enseñan? 

Y eso es lo que queremos para todo el pueblo.  Eso es lo que queremos para las futuras generaciones.  Y en nuestras manos está.  ¿Qué nos lo impide?  ¿Qué nos lo puede impedir?  ¡Nada! Ninguna barrera, ningún obstáculo se impone, como no sean todavía nuestras limitaciones materiales, nuestras faltas de niveles, nuestras faltas de cuadros.  ¡Eso es lo único!

Aquí todos los recursos disponibles, todas las riquezas, todos los brazos, todas las inteligencias, todos los corazones, están al servicio de eso. 

Y esa será nuestra sociedad del futuro, representada aquí por estos jóvenes.  Pero es que tenemos que arreglárnoslas para llevar a la actividad a millones de niños y de jóvenes, luchar, trabajar por el desarrollo económico del país, por la base material, que junto al desarrollo de la ciencia, de la educación y del movimiento de cuadros y de personal calificado nos permita hacerlo. 

¡Nada nos lo puede impedir!  Esa es la maravillosa ventaja de nuestra patria hoy.  No vivimos en el capitalismo, no hay burgueses saqueando a los obreros, ¡no!  Nuestros recursos están en manos del propio pueblo. 

Y así, mientras Europa capitalista decae, y decae cada vez más, y no se sabe a dónde va a parar en su caída, como barco que se hunde…  Y con los barcos, en este mar tempestuoso de la historia, se hundirán también sus ratas intelectuales. 

Cuando digo ratas intelectuales, esté claro que no nos referimos, ni mucho menos, a todos los intelectuales. ¡No!  ¡Allá también son una minoría!  Pero digo los marineros, las ratas que pretenden convertir en cosa trascendental su mísero papel de tripulantes de embarcaciones que se hunden en los mares tempestuosos de la historia. 

Es así.  Y es cuestión de años, ¡y tal vez ni siquiera de muchos!  Es cuestión de tiempo. Esas sociedades decadentes, podridas y carcomidas hasta la médula de los huesos por sus propias contradicciones, no durarán largo tiempo.  Y mientras van hacia el fondo, nosotros, con trabajo, con esfuerzo, con dificultades, sí, pero vamos hacia arriba. 

Este Congreso lo demuestra. ¿Qué es esto sino la corroboración de esta idea, el fruto de esta Revolución, el fruto de esta profunda transformación de nuestras estructuras económicas y nuestras estructuras sociales?  Parte del cual es esta humanidad, esta fuerza monolítica, esta formación ideológica profunda, esta masa politizada de educadores, que saben donde están las debilidades, dónde están los problemas, cómo debemos combatirlos, qué debemos priorizar en esa lucha.  Y que nada nos lo puede impedir.  Que hoy nos lo impiden, repito, nuestras limitaciones, pero cada día tendremos más recursos, cada día tendremos más escuelas como la que inauguramos en días recientes; cada día tendremos más base material, más instalaciones, más medios audiovisuales, más recursos. 

Ahora será seguido con los incrementos de producción de barras para la construcción, de cemento, de industrias de la construcción; iremos disponiendo cada vez de recursos mayores, para construirlas primero una, después dos; después serán decenas, y después serán cientos.  Y sabemos que ese es nuestro porvenir.  Y ya no es un porvenir lejano:  ya se ve, ya se vislumbra. 

Estamos conscientes de cuanta escuelita pobre:  todavía hay        630 000 muchachos en aulas multígradas en el país, muchas escuelas todavía en peores condiciones.  ¡Pero vamos hacia delante!  Ese es nuestro porvenir, un porvenir ya no lejano. 

Los próximos años serán testigos de esos avances, los próximos años, ¡seguro!, producto de este espíritu que hoy tiene nuestro pueblo, nuestras masas de trabajadores, espíritu similar al que revelan nuestros educadores. 

Debemos señalar, al hablar de estos problemas, cómo nuestro país en medio del bloqueo, en medio de las agresiones imperialistas, sin embargo ha podido luchar, ha podido defenderse, ha podido fortalecerse; cómo, a pesar de nuestra escasez de recursos, hemos podido ir sobreviviendo estos años; podremos ir mejorando, y avanzando en la misma medida en que otros países también hermanos comienzan a despertar, en la misma medida en que otros pueblos hermanos empiezan a sumarse a esta batalla, en la misma medida en que comienza el aislamiento a la inversa —poco a poco y después ampliamente— del imperialismo que nos aisló y nos bloqueó.

Hay que decir que en estos años hemos tenido la cooperación, el apoyo de los países socialistas. Y, como hemos señalado en otras ocasiones, de la Unión Soviética muy especialmente.  Por eso, hoy tenemos la satisfacción de contar aquí con una delegación soviética presidida por el Presidente del GOSPLAN y viceministro de la Unión Soviética, el compañero Baibakov, que en estos días ha estado discutiendo planes de cooperación económica con Cuba, esencialmente las formas de nuevos desarrollos de renglones básicos de nuestra economía como, por ejemplo, la electricidad, que nos proponemos elevar en 300 000 kilowatts los próximos…  en algo más de 300 000.  Estamos montando instalaciones industriales eléctricas: Tallapiedra, Regla se empezará a montar, O’Bourke se está terminando, se harán otras instalaciones en Santiago de Cuba y Matanzas, que ya tenemos los equipos; y aparte de eso, capacidades adicionales por 300 000 kilowatts, que serán suministrados los equipos por la Unión Soviética y que nos permitirán elevar en más de un 50% nuestra actual capacidad eléctrica, que es ya más del doble de la que teníamos antes del triunfo de la Revolución (APLAUSOS). 

Y ya sabemos la necesidad que tenemos de esos recursos básicos para el desarrollo económico, para el propio desarrollo de la educación, aunque ciertamente hemos señalado la importancia fundamental de que esos recursos costosos nosotros los usemos de manera óptima y los sepamos ahorrar. 

Hay también implicados en estos análisis con la delegación soviética planes de desarrollo de la industria textil, también con el propósito de duplicar nuestras capacidades en los próximos cinco años, de la industria de pulpa y de papel, de la minería, de la mecanización de la caña, de los talleres automotrices y otros programas en estudio. 

De manera que sin duda, con un esfuerzo serio y responsable en todos los campos, como se está viendo en la educación, nosotros no tenemos la menor duda de que venceremos las dificultades cualesquiera que sean y marcharemos adelante. 

También en la noche de hoy se encuentra presente la delegación de otro país que ha tenido una actitud amistosa hacia nosotros y que han estado cooperando en planes de asistencia técnica, que es la delegación de Suecia. 

En el terreno de la educación, ellos nos están ayudando ahora a la construcción de un magnífico Instituto de Electrónica, muy moderno, con todos los medios de la base material.  E igualmente, para la provincia de Las Villas, un Instituto de Refrigeración, que es sumamente importante para nosotros, y de mecánica especializada. 

También nosotros ya hemos empezado a trabajar en ese Instituto de Electrónica.  Se están empezando a hacer también los primeros esfuerzos en el de refrigeración. 

Tenemos también y estamos en la necesidad de llevar adelante construcciones en la Facultad de Tecnología de la Universidad de La Habana, para instalar equipos que hemos estado recibiendo. 

De manera que frente a las dificultades, los obstáculos, frente al bloqueo imperialista, frente a la irritación y al mal humor de los imperialistas, nosotros marcharemos adelante.  Y sin duda que lo lograremos al ritmo más rápido posible en la medida en que optimicemos nuestros esfuerzos, en que optimicemos nuestros recursos, en que superemos nuestras debilidades, nuestras deficiencias. 

Y en esa marcha hacia adelante, los educadores tienen un papel fundamental, más que definido y expresado en el documento del Congreso, un papel decisivo.  Aunque desde luego —como les decía esta tarde a algunos delegados— el fruto del esfuerzo de hoy, los verdaderos frutos del esfuerzo de hoy, en la medida en que realicemos este magnífico programa trazado por el Congreso, no son frutos próximos. 

Les decía:  próximamente tendremos solo satisfacciones morales.  En los próximos cinco años, diez años, con esa enorme masa de más de  un millón de niños en la primaria, con esa explosión de alumnos hacia las secundarias de más de 100 000 por año, en la medida en que superemos nuestras actuales dificultades materiales y tengamos todos los libros y mejores libros, y mejores programas y más articulados, y más cuadros y mejores niveles y mejor base material y más medios audiovisuales y más maestros y más escuelas, los frutos del esfuerzo trazado en este Congreso y de los esfuerzos del país nos proporcionarán en lo fundamental satisfacciones morales. 

Desde luego, los millones de personas que estudien recibirán algo más que satisfacciones morales.  Recibirán una mejor educación, una magnífica perspectiva de futuro.  Las familias cuyos hijos se eduquen, cada vez en forma más eficiente, recibirán algo más que satisfacciones morales.  Experimentarán la satisfacción y la felicidad de ver para sus hijos esas perspectivas. 

Para la economía del país, en bienes materiales no habrá desde luego ahora, sino en largos años, los frutos. 

Y si miramos hacia adelante, los frutos de este Congreso, los mejores, los más altos, ya no solo en el orden moral, ya no solo en el orden de los beneficios directos de tener una mejor educación o la felicidad de la familia por esa causa, sino en el orden material, están a 20 años vista, a 25, a tal vez 30, cuando logremos mejores profesores de los multígrados de primero, segundo y tercer grados, cuando logremos muchos de los anhelos que nos hemos propuesto.  Solo dentro de 15, 20, 25, 30 años podrá el país ver los mejores frutos. 

Pero al menos tendremos todos grandes satisfacciones de orden moral.  Nuestros maestros y nuestros profesores, nuestros educadores, nuestros trabajadores de la cultura y de la ciencia tendrán el bienestar moral, tendrán la felicidad, tendrán la satisfacción de lo que más nos preocupa.  Porque si les preguntamos a ustedes qué los haría más feliz en los años futuros, ustedes dirán:  ¡Ese programa de educación, el cumplimiento de ese programa, el vencimiento y la superación de las dificultades, más recursos, más escuelas, más medios, más cuadros, más apoyo! 

Y nosotros estamos seguros de que para esta masa de casi 100 000 educadores, su mayor satisfacción, su mayor felicidad la irán experimentando en la medida en que vayan obteniendo esos logros y en la medida en que esos logros sean resultado del esfuerzo de ustedes mismos, en la medida en que sean fruto de este Congreso. 

Hoy, dentro de unos minutos, habrá terminado este evento.  Mas no debemos declararlo propiamente clausurado.  Hemos, si se quiere, clausurado una reunión. 

Ahí está el programa, ahí están los acuerdos.  Ahora hay que llevarlos a cabo, ahora hay que cumplirlos. 

¿Por qué vamos a disolvernos al uso tradicional?  ¿Por qué dejar de seguirnos considerando Congreso de la Educación y la Cultura?  ¿Por qué no considerarnos delegados de ese Congreso hasta el próximo Congreso?  (APLAUSOS.) ¿Por qué no declararnos aptos para reunirnos en cualquier otro momento en que haga falta otra vez?  (APLAUSOS.)

Si estamos contentos, si estamos satisfechos de esta camaradería, de esta fraternidad, de esta hermandad; si sabemos que tenemos grandes tareas por delante que tenemos que cumplir; si sabemos que tenemos que ir cumpliendo esas tareas y que irlas controlando, ¿por qué no seguirnos considerando Congreso? 

¿Por qué no tener de nuevo otras oportunidades de reunirnos en estos próximos tres años, si no por una semana, en ocasiones por un día, dos días, para llevar a cabo cualquier política, para discutir cualquier cuestión, para tratar cualquier problema? 

Y por eso nosotros proponemos, como el último acuerdo de estas sesiones, que nos sigamos considerando Congreso de la Cultura en activo, y que nos sigamos considerando aptos y dispuestos para volvernos a reunir en cualquier situación, en cualquier circunstancia para ver cómo marcha el programa, cómo marcha el trabajo, hasta que dentro de tres años sean elegidos los nuevos delegados del Congreso. 

Y por eso les preguntamos a ustedes si están de acuerdo (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”). 

Entonces que levanten la mano los que están de acuerdo (LOS DELEGADOS LEVANTAN LA MANO). 

¡Perfectamente! 

Y siguiendo la costumbre del Congreso:  ¿Hay alguien en contra?  (EXCLAMACIONES DE: “¡No!“)

¡Muy bien! 

Entonces les deseamos, compañeros, los mayores éxitos en el cumplimiento del programa trazado por el Congreso. 

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

Declaración de la UNEAC

 Documento en el cual la dirección de la UNEAC deja constancia de su desacuerdo con los premios de Poesía y Teatro otorgados, respectivamente, a Heberto Padilla y Antón Arrufat en el concurso de 1968.  

El día 28 de octubre de este año se reunieron en sesión conjunta el comité director de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y los jurados extranjeros y nacionales designados por ella en el concurso literario que, como en años anteriores, tuvo lugar en este. El fin de dicha reunión era el de examinar juntos los premios otorgados a dos obras: en poesía, la titulada Fuera del juego, de Heberto Padilla, y en teatro, Los siete contra Tebas, de Antón Arrufat. Ambas ofrecían puntos conflictivos en un orden político, los cuales no habían sido tomados en consideración al dictarse el fallo, según el parecer del comité director de la Unión. Luego de un amplísimo debate, que duró varias horas, en el que cada asistente se expresó con entera independencia, se tomaron los siguientes acuerdos, por unanimidad:

  1. Publicar las obras premiadas de Heberto Padilla en poesía y Antón Arrufat en teatro.
  2. El comité director insertará una nota en ambos libros expresando su desacuerdo con los mismos por entender que son ideológicamente contrarios a nuestra Revolución.
  3. Se incluirán los votos de los jurados sobre las obras discutidas, así como la expresión de las discrepancias mantenidas por algunos de dichos jurados con el comité ejecutivo de la UNEAC.

En cumplimiento, pues, de lo anterior, el comité director de la UNEAC hace constar por este medio su total desacuerdo con los premios concedidos a las obras de poesía y teatro que, con sus autores, han sido mencionados al comienzo de este escrito. La dirección de la UNEAC no renuncia al derecho ni al deber de velar por el mantenimiento de los principios que informan nuestra Revolución, uno de los cuales es sin duda la defensa de esta, así de los enemigos declarados y abiertos como –y son los más peligrosos– de aquellos otros que utilizan medios más arteros y sutiles para actuar.

El IV Concurso Literario de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, tuvo lugar en momentos en que alcanzaban en nuestro país singular intensidad ciertos fenómenos típicos de la lucha ideológica, presentes en toda revolución social profunda. Corrientes de ideas, posiciones y actitudes cuya raíz se nutre siempre de la sociedad abolida por la Revolución, se desarrollaron y crecieron, plegándose sutilmente a los cambios y variaciones que imponía un proceso revolucionario sin acomodamientos ni transigencias.

El respeto de la Revolución cubana por la libertad de expresión, demostrable en los hechos, no puede ser puesto en duda. Y la Unión de Escritores y Artistas, considerando que aquellos fenómenos desaparecerían progresivamente, barridos por un desarrollo económico y social que se reflejaría en la superestructura, autorizó la publicación en sus ediciones de textos literarios cuya ideología, en la superficie o subyacente, andaba a veces muy lejos o se enfrentaba a los fines de nuestra Revolución.

Esta tolerancia, que buscaba la unión de todos los creadores literarios y artísticos, fue al parecer interpretada como un signo de debilidad favorable a la intensificación de una lucha cuyo objetivo último no podía ser otro que el intento de socavar la indestructible firmeza ideológica de los revolucionarios.

En los últimos meses hemos publicado varios libros, en los que en dimensión mayor o menor y por caminos diversos, se perseguía idéntico fin. Era evidente que la decisión de respetar la libertad de expresión hasta el mismo límite en que esta comienza a ser libertad para la expresión contrarrevolucionaria, estaba siendo considerada como el surgimiento de un clima de liberalismo sin orillas, producto siempre del abandono de los principios. Y esta interpretación es inadmisible, ya que nadie ignora, en Cuba o fuera de ella, que la característica más profunda y más hermosa de la Revolución cubana es precisamente su respeto y su irrenunciable fidelidad a los principios que son raíz profunda de su vida.

Como dijimos en dos de los seis géneros literarios concursantes, poesía y teatro, la dirección de la Unión encontró que los premios habían recaído en obras construidas sobre elementos ideológicos francamente opuestos al pensamiento de la Revolución.

En el caso del libro de poesía, desde su título, Fuera del juego, juzgado dentro del contexto general de la obra, deja explícita la autoexclusión de su autor de la vida cubana. Padilla mantiene en sus páginas una ambigüedad mediante la cual pretende situar, en ocasiones, su discurso en otra latitud. A veces es una dedicatoria a un poeta griego, a veces una alusión a otro país. Gracias a este expediente demasiado burdo cualquier descripción que siga no es aplicable a Cuba, y las comparaciones sólo podrán establecerse en la “conciencia sucia” del que haga los paralelos. Es un recurso utilizado en la lucha revolucionaria que el autor quiere aplicar ahora precisamente contra las fuerzas revolucionarias. Exonerado de sospechas, Padilla puede lanzarse a atacar la Revolución amparado en una referencia geográfica.

Aparte de la ambigüedad ya mencionada, el autor mantiene dos actitudes básicas: una criticista y otra antihistórica. Su criticismo se ejerce desde un distanciamiento que no es el compromiso activo que caracteriza a los revolucionarios. Este criticismo se ejerce además prescindiendo de todo juicio de valor sobre los objetivos finales de la Revolución y efectuando transposiciones de problemas que no encajan dentro de nuestra realidad. Su antihistoricismo se expresa por medio de la exaltación del individualismo frente a las demandas colectivas del pueblo en desarrollo histórico y manifestando su idea del tiempo como un círculo que se repite y no como una línea ascendente. Ambas actitudes han sido siempre típicas del pensamiento de derecha, y han servido tradicionalmente de instrumento de la contrarrevolución.

En estos textos se realiza una defensa del individualismo frente a las necesidades de una sociedad que construye el futuro y significa una resistencia del hombre a convertirse en combustible social. Cuando Padilla expresa que se le arrancan sus órganos vitales y se le demanda que eche a andar, es la Revolución, exigente en los deberes colectivos, quien desmembra al individuo y le pide que funcione socialmente. En la realidad cubana de hoy, el despegue económico que nos extraerá del subdesarrollo exige sacrificios personales y una contribución cotidiana de tareas para la sociedad. Esta defensa del aislamiento equivale a una resistencia a entregarse en los objetivos comunes, además de ser una defensa de superadas concepciones de la ideología liberal burguesa.

Sin embargo, para el que permanece al margen de la sociedad, fuera del juego, Padilla reserva sus homenajes. Dentro de la concepción general de este libro el que acepta la sociedad revolucionaria es el conformista, el obediente. El desobediente, el que se abstiene, es el visionario que asume una actitud digna. En la conciencia de Padilla, el revolucionario baila como le piden que sea el baile y asiente incesantemente a todo lo que le ordenan; es el acomodado, el conformista que habla de los milagros que ocurren. Padilla, por otra parte, resucita el viejo temor orteguiano de las “minorías selectas” a ser sobrepasadas poruña masividad en creciente desarrollo. Esto tiene, llevado a sus naturales consecuencias, un nombre en la nomenclatura política: fascismo.

El autor realiza un trasplante mecánico de la actitud típica del intelectual liberal dentro del capitalismo, sea esta de escepticismo o de rechazo crítico. Pero, si al efectuar la transposición, aquel intelectual honesto y rebelde, que se opone a la inhumanidad de la llamada cultura de masas y a la cosificación de la sociedad de consumo, mantiene su misma actitud dentro de un impetuoso desarrollo revolucionario, se convierte objetivamente en un reaccionario. Y esto es difícil de entender para el escritor contemporáneo que se abraza desesperadamente a su papel anticonformista y de conciencia colectiva, pues es ese el que le otorga su función social y cree –erróneamente– que al desaparecer ese papel también será barrido como intelectual. No es el caso del autor que por haber vivido en ambas sociedades conoce el valor de una y otra actitud y selecciona deliberadamente.

La Revolución cubana no propone eliminar la crítica ni exige que se le hagan los ni cantos apologéticos. No pretende que los intelectuales sean corifeos sin criterio. La obra de la Revolución es su mejor defensora ante la historia, pero el intelectual que se sitúa críticamente frente a la sociedad debe saber que, moralmente, está obligado a contribuir también a la edificación revolucionaria.

AI enfocar analíticamente la sociedad contemporánea, hay que tener en cuenta que los problemas de nuestra época no son abstractos, tienen apellido y están localizados muy concretamente. Debe definirse contra qué se lucha y en nombre de qué se combate. No es lo mismo el colonialismo que las luchas de liberación nacional; no es lo mismo el imperialismo que los países subyugados económicamente; no es lo mismo Cuba que Estados Unidos; no es lo mismo el fascismo que el comunismo, ni la dictadura del proletariado es similar en lo absoluto a las dictaduras castrenses latinoamericanas.

Al hablar de la historia como “el golpe que debes aprender a resistir”, al afirmar que “ya tengo el horror/ y hasta el remordimiento de pasado mañana”, y en otro texto: “sabemos que en el día de hoy está el error/ que alguien habrá de condenar mañana”, ve la historia como un enemigo, como un juez que va a castigar. Un revolucionario no teme a la historia, la ve, por el contrario, como la confirmación de su confianza en la transformación de la vida.

Pero Padilla apuesta sobre el error presente –sin contribuir a su enmienda–, y su escepticismo se abre paso ya sin límites, cerrando todos los caminos: el individuo se disuelve en un presente sin objetivos y no tiene absolución posible en la historia. Sólo queda para el que vive en la revolución abjurar de su personalidad y de sus opiniones para convertirse en una cifra dentro de la muchedumbre para disolverse en la masa despersonalizada. Es la vieja concepción burguesa de la sociedad comunista.

En otros textos Padilla trata de justificar, en un ejercicio de ficción y de enmascaramiento, su notorio ausentismo de su patria en los momentos difíciles en que esta se ha enfrentado al imperialismo, y su inexistente militancia personal convierte la dialéctica de la lucha de clases en la lucha de sexos, sugiere persecuciones y climas represivos en una revolución como la nuestra que se ha caracterizado por su generosidad y su apertura, identifica lo revolucionario con la ineficiencia y la torpeza, se conmueve con los contrarrevolucionarios que se marchan del país y con los que son fusilados por sus crímenes contra el pueblo, y sugiere complejas emboscadas contra sí que no pueden ser índice más que de un arrogante delirio de grandeza o de un profundo resentimiento. Resulta igualmente hiriente para nuestra sensibilidad que la Revolución de Octubre sea encasillada en acusaciones como “el puñetazo en plena cara y el empujón a medianoche”, el terror que no puede ocultarse en el viento de la torre Spasskaya, las fronteras llenas de cárceles, el poeta “culto en los más oscuros crímenes de Stalin”, los cincuenta años que constituyen un “círculo vicioso de lucha y de terror”, el millón de cabezas cada noche, el verdugo con tareas de poeta, los viejos maestros duchos en el terror de nuestra época, etcétera.

Si en definitiva en el proceso de la Revolución soviética se cometieron errores, no es menos cierto que los logros –no mencionados en El abedul de hierro— son más numerosos, y que resulta francamente chocante que a los revolucionarios bolcheviques, hombres de pureza intachable, verdaderos poetas de la transformación social, se les sitúe con falta de objetividad histórica, irrespetuosidad hacia sus actos y desconsideración de sus sacrificios.

Sobre los demás poemas y sobre estos mencionados, dejemos el juicio definitivo a la conciencia revolucionaria del lector que sabrá captar qué mensaje se oculta entre tantas sugerencias, alusiones, rodeos, ambigüedades e insinuaciones.

Igualmente entendemos nuestro deber señalar que estimamos una falta ética matizada de oportunismo que el autor en un texto publicado hace algunos meses, acusara a la UNEAC con calificativos denigrantes, y que en un breve lapso y sin que mediara una rectificación se sometiera al fallo de un concurso que esta institución convoca. También entendemos como una adhesión al enemigo la defensa pública que el autor hizo del tránsfuga Guillermo Cabrera Infante, quien se declaró públicamente traidor a la Revolución.

En última instancia concurren en el autor de este libro todo un conjunto de actitudes, opiniones, comentarios y provocaciones que lo caracterizan y sitúan políticamente en términos acordes a los criterios aquí expresados por la UNEAC, hechos que no eran del conocimiento de todos los jurados y que alargarían innecesariamente este prólogo de ser expuestos aquí.

En cuanto a la obra de Antón Arrufat, Los siete contra Tebas, no es preciso ser un lector extremadamente suspicaz para establecer aproximaciones más o menos sutiles entre la realidad fingida que plantea la obra, y la realidad no menos fingida que la propaganda imperialista difunde por el mundo, proclamando que se trata de la realidad de Cuba revolucionaria. Es por esos caminos como se identifica a la “ciudad sitiada” de esta versión de Esquilo con la “isla cautiva” de que hablara John F. Kennedy. Todos los elementos que el imperialismo yanqui quisiera que fuesen realidades cubanas están en esta obra, desde el pueblo aterrado ante el invasor que se acerca (los mercenarios de Playa Girón estaban convencidos que iban a encontrar ese terror popular abriéndoles todos los caminos) hasta la angustia por la guerra que los habitantes de la ciudad (el coro) describen como la suma del horror posible, dándonos implícito el pensamiento de que lo mejor sería evitar ese horror de una lucha fratricida, de una guerra entre hermanos. Aquí también hay una realidad fingida: los que abandonan su patria y van a guarecerse en la casa de los enemigos, a conspirar contra ella y prepararse para atacarla, dejan de ser hermanos para convertirse en traidores. Sobre el turbio fondo de un pueblo aterrado, Etéocles y Polinice dialogan a un mismo nivel de fraterna dignidad.

Ahora bien: ¿a quién o a quiénes sirven estos libros? ¿Sirven a nuestra Revolución, calumniada en esa forma, herida a traición por tales medios?

Evidentemente no. Nuestra convicción revolucionaria nos permite señalar que esa poesía y ese teatro sirven a nuestros enemigos, y sus autores son los artistas que ellos necesitan para alimentar su caballo de Troya a la hora en que el imperialismo se decida a poner en práctica su política de agresión bélica frontal contra Cuba. Prueba de ello son los comentarios que esta situación está mereciendo de cierta prensa yanqui y europea occidental, y la defensa, abierta unas veces y “entreabierta” otras, que en esa prensa ha comenzado a suscitar. Está “en el juego”, no fuera de él, ya lo sabemos, pero es útil repetirlo, es necesario no olvidarlo.

En definitiva, se trata de una batalla ideológica, un enfrentamiento político en medio de una revolución en marcha, a la que nadie podrá detener. En ella tomarán parte no sólo los creadores ya conocidos por su oficio, sino también los jóvenes talentos que surgen en nuestra isla, y sin duda los que trabajan en otros campos de la producción y cuyo juicio es imprescindible, en una sociedad integral.

En resumen: la dirección de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba rechaza el contenido ideológico del libro de poemas y de la obra teatral premiados.

Es posible que tal medida pueda señalarse por nuestros enemigos declarados o encubiertos y por nuestros amigos confundidos, como un signo de endurecimiento. Por el contrario, entendemos que ella será altamente saludable para la Revolución, porque significa su profundización y su fortalecimiento al plantear abiertamente la lucha ideológica.

Comité director de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
La Habana, 15 de noviembre de 1968, “Año del Guerrillero Heroico”.

Respuestas a Priscila Guilayn, corresponsal en España del diario brasileño «O Globo»

1. Es usted una figura importante de la generación de los 50 de Cuba. ¿Cómo la Cultura, en Cuba, se ha visto afectada por el régimen de Fidel Castro?

R. Como todos los regímenes comunistas, el de Castro ha pretendido reducir la cultura a la esfera de la propaganda ideológica, por lo cual hacer arte y literatura bajo este régimen ha sido una agonía. La imposición de un discurso único, con la correspondiente ausencia de libertad de expresión, es el peor escenario para la creación cultural, y éste es el escenario en que la cultura ha sido obligada a sobrevivir en la Cuba de Castro. Pero la experiencia cubana vuelve a demostrarnos que la cultura es un bastión que las tiranías nunca consiguen tomar íntegramente.

2. En 1991 usted ha sido uno de los firmantes de la Carta de los Diez intelectuales que le pedían a Castro la liberación de los presos políticos y una reforma en el régimen. ¿Cuál ha sido la reacción de Castro a esa Carta? ¿Qué ha sufrido usted (y sus demás compañeros firmantes de la misma carta) desde entonces?

R. La respuesta de Castro fue la de un gobernante negado a debatir civilizadamente con sus críticos, sobre todo si son cubanos: nos acusó de colaboración con “el enemigo imperialista”. “Traidores abyectos” nos llamaron sus periódicos, que no se atrevieron a publicar la Carta. Quienes la firmamos recibimos diversos castigos, desde la cesantía y la exclusión social hasta la cárcel. Todos tuvimos que exiliarnos.

3. ¿Cuál era su opinión hacia Fidel Castro y su manera de gobernar hasta entonces? ¿Su visión sobre Castro ha ido cambiando con los años?

R. Cuando Castro estaba en la Sierra Maestra y cuando se estrenaba como gobernante, su ideario, contenido en el Programa del Moncada y en sus soflamas de entonces, era el de un socialdemócrata. Después se declaró marxista-leninista y se alió con la Unión Soviética, y a partir de ese momento condujo la revolución hacia el estalinismo. La Unión Soviética lo respaldó económica y militarmente, garantizándole la existencia del modelo totalitario que le ha permitido practicar sin limitaciones el caudillismo de izquierda que con tanto éxito mediático protagoniza desde hace medio siglo. Cuando firmé la Carta, hacía tiempo que mi desencanto de la revolución era irreversible. Mis tropiezos con el régimen se remontan a 1967. Entonces formé parte del jurado que le dio el premio de la Unión de Escritores al poeta contestatario Heberto Padilla, premio que provocó el primer conflicto grave entre el régimen y los intelectuales. En 1968 fui sancionado por el Partido Comunista cubano por esto y por manifestar mi desacuerdo con la invasión soviética a Checoslovaquia, que Castro apoyó. A causa de esta sanción, estuve diez y seis años sin poder publicar ni una letra en mi país y sin poder viajar al extranjero.

4. ¿Cuáles han sido los mayores errores de Fidel Castro y sus actitudes más reprochables en su opinión?

R. Castro jamás se ha equivocado en su contra. Quiso ser el dueño de Cuba y lo consiguió sin cometer ni un solo error. Lo más dañino para Cuba de cuanto ha hecho es haber establecido un sistema rigurosamente autocrático, en el que su voluntad ha sido la primera y la última instancia de poder. Así, la inteligencia y la iniciativa personal del ciudadano, o sea, la fuerza creadora de la nación, quedó abducida por el líder omnímodo, cuyo nombre ha llegado a fundirse simbólicamente con el del país. No olvidemos la aberración, mundialmente generalizada, de que discrepar de Castro significa situarse contra Cuba. Por supuesto, un régimen de estas características sólo se construye mediante el falseamiento de la realidad, la divinización del adalid y la coacción sin límite.

5. ¿Qué, en su opinión, se puede sacar de positivo del régimen de Fidel?

R. La lección de que los caudillismos de izquierda son tan nocivos para las naciones como los de derecha, y que las libertades democráticas son imprescindibles para el progreso material y el equilibrio espiritual de los pueblos. Es una lección oportuna en estos tiempos latinoamericanos, en los que parece prosperar de nuevo el mesianismo populista.

6. ¿Cómo, cuándo y por qué ha tomado usted la decisión de exiliarse? ¿Y por qué en España?

R. Al firmar la Carta de los Diez y el Proyecto de Programa Socialista Democrático, fui echado de la emisora de radio en que trabajaba y quedé políticamente estigmatizado y a merced de la arbitrariedad castrista, por lo cual decidí emigrar. No me fue fácil hacerlo porque el Gobierno se negaba a darme el permiso de salida. Finalmente me lo concedió por gestiones del entonces presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga Iribarne, amigo de Castro. Decidí venir a España porque es un país de mi idioma, porque yo tenía una invitación para dirigir un curso de literatura en la Universidad de Cádiz y porque aquí cuento con muchas y buenas amistades.

7. ¿Desde el exilio, cuál es su ligación con Cuba? ¿Consigue usted (o lo desea) desconectarse de la actualidad política? ¿Sufre, se angustia o alimenta expectativas con relación a lo que está pasando y puede pasar?¿Desea usted volver a vivir a Cuba?

R. Mantengo correspondencia con colegas y amigos míos que siguen en Cuba. Por interés propio y también por mis obligaciones como director de la revista Encuentro de la Cultura Cubana estoy al tanto de lo que sucede en la isla, siempre con la esperanza de que de un momento a otro aparezcan señales inequívocas de la tan ansiada transición democrática. En cuanto a volver a vivir en Cuba, no tengo intención de hacerlo, salvo que mis hijas regresen. Soy ciudadano español, tengo setenta años y aquí me siento en casa.

8. Fidel Castro y los castristas insisten que Cuba es un país democrático, porque todos sus cargos son elegidos de manera directa y secreta. Sin embargo, el PCC es el partido único. ¿Qué opina usted?

R. Todos los castristas son elegidos para cualquier cargo de manera directa o indirecta y nada secreta por Fidel Castro. En Cuba no hay elecciones sino votaciones de candidatos al Poder Popular, que es un parlamento decorativo, designados o aprobados por el partido único. Léase la ley electoral cubana y se entenderá perfectamente lo que acabo de decir.

9. ¿El pueblo cubano, en general, ve a Castro como un demócrata? ¿El pueblo le apoya, le quiere, le admira? ¿O le teme?

R. En Cuba queda gente que apoya y admira a Castro y, además de su familia, habrá quien lo quiera, porque en el mundo hay público para todo. En Rusia hay nostálgicos de Stalin que salen en procesión con su retrato, y en muchos puntos del planeta, incluso en Estados Unidos, Hitler aún tiene seguidores. Me atrevería a afirmar que en Cuba o donde sea sólo los ignorantes y los muy ingenuos han de estar convencidos de que Castro es un demócrata. De lo que sí estoy seguro es de que en Cuba todos le temen, empezando por su hermano el general.

10. ¿Qué puede significar que un grupo plantee la formación de un nuevo partido político y solicite su registro legal? ¿Puede conllevar algún tipo de reprimenda? ¿O simplemente sería rechazado? ¿O no sería ni siquiera aceptado para trámite?

R. Muchos grupos opositores y de derechos humanos han hecho los trámites para legalizarse. Los funcionarios del Ministerio de Justicia les reciben los formularios, pero les dan una callada eterna por respuesta. El Gobierno, que no se compromete con una negativa explícita, prefiere mantenerlos en la ilegalidad para represaliarlos “legalmente” cuando lo estime oportuno.

11. ¿Cómo viven los opositores de Castro que no se han ido de Cuba?

R. Viven en el filo de la navaja, entre la calle, la cárcel, el hospital y el paredón de fusilamiento. Castro ha organizado partidas de porristas llamadas Brigadas de Respuesta Rápida, compuestas por policías vestidos de civil y partidarios del Gobierno armados con garrotes, cuya misión consiste en reventar a golpes manifestaciones públicas y reuniones de los opositores. Como la fuerza uniformada no interviene, parece que es “el pueblo indignado” (Castro dixit) el que se enfrenta a los discrepantes. Los opositores, los activistas de derechos humanos y los periodistas independientes son constantemente acosados por la policía política, que los detiene, registra sus domicilios y les confisca sus máquinas de escribir, sus aparatos de fax, sus libros, etcétera, y les orquesta “mítines de repudio” frente a sus casas. En marzo de 2003, tres jóvenes negros que robaron una lancha en La Habana para llegar a Estados Unidos fueron fusilados tras un juicio sumario ordenado por Castro, quien declaró que con estas ejecuciones enviaba un mensaje disuasorio a quienes pensaran secuestrar transportes para salir del país. Es decir, que el asesinato de esos tres infelices que no le dieron un pellizco a nadie fue el texto de un mensaje de terror.

12. ¿Cuál es la situación de la prensa en Cuba? ¿Es posible hacer periodismo independiente? ¿Ha habido libertad de prensa con Fidel?

R. Castro suprimió la prensa libre en Cuba en 1960, año y medio después de tomar el poder y luego de garantizar desde la Sierra Maestra que respetaría la libertad de prensa, e impuso un férreo dominio estatal sobre todos los medios de comunicación. Desde entonces, la única prensa en Cuba es la oficial, en la que, por supuesto, sólo se publica lo que el Gobierno quiere. Hace unos pocos años, desafiando el monopolio informativo del régimen, surgieron en la isla los periodistas independientes, auténticos kamikazes de la comunicación, cuyos textos, prohibidos en Cuba, son divulgados en el extranjero por el exilio cubano a través de Internet y otros canales. El periodismo independiente sobrevive pese al acoso implacable del Gobierno. Reporteros sin Frontera afirma que Cuba es, después de China, el país con más periodistas presos, y el primero en términos porcentuales.

13. ¿Sabe usted cuántos cubanos están actualmente en la cárcel por no compartir las mismas ideas políticas de Fidel Castro? En marzo del 2003, 75 opositores del régimen fueron encarcelados. ¿Desde entonces, han seguido las detenciones?

R. Según las denuncias que he leído últimamente, hechas por organizaciones de derechos humanos que operan dentro de Cuba, hay algo más de trescientos presos políticos en las prisiones castristas. No se dispone de una cifra exacta porque el Gobierno no facilita información al respecto, aparte de que no reconoce tener presos políticos en sus prisiones. Por otro lado, los periodistas independientes siguen siendo detenidos. Por ejemplo, en diciembre último, la policía detuvo a Raymundo Perdigón Brito en la ciudad de Santa Clara y a Ahmed Rodríguez Albacia en La Habana y, como siempre, les requisó sus enseres de trabajo.

14. ¿Cómo ve usted las reacciones de la Comunidad Internacional ante las actitudes represoras de Castro?

R. Por el mundo circula la creencia de que hay dictadores malos, como Pinochet, porque son de derecha, y dictadores buenos, como Castro, porque son de izquierda, y esta tontería forma parte del conjunto de factores que determinan la tibieza con que la comunidad internacional reacciona habitualmente ante la violación de los derechos humanos en el único país con dictadura que existe en América Latina. Sólo cuando en Cuba se comete un abuso espectacular, como el encarcelamiento masivo de opositores en 2003 y el sobrecogedor fusilamiento ese mismo año de tres secuestradores de un bote, la comunidad internacional reacciona enérgicamente, hasta que al cabo de unos días vuelve a fijarse más en los talibanes detenidos en Guantánamo por “el imperialismo” que en los demócratas presos en las infectas cárceles de “la Cuba revolucionaria”.

15. ¿Qué papel ha jugado, en su opinión, el embargo estadounidense, para que Cuba se encuentre tal y como está actualmente? ¿Es el embargo el gran culpable de que la economía cubana sólo haya descrecido en estos años?

R. El embargo estadounidense ha jugado un papel muy menor en el desastre económico cubano y, en cambio, ha proporcionado a Castro una magnífica coartada para cargarle a Estados Unidos la responsabilidad de ese desastre y, además, para reprimir a la oposición interna presentándola como colaboradora de “una potencia extranjera”. El embargo dura cuarenta años y en este lapso Cuba ha comerciado con más países que antes de la revolución, ha recibido créditos internacionales astronómicos que no ha pagado y que probablemente no pague nunca y, sobre todo, disfrutó de una beca soviética que se elevaba a la cifra de 5.500 millones de dólares anuales, más petróleo barato y otros insumos. ¿Qué hizo Castro con esos fabulosos recursos financieros? Guerras y guerrillas. Cuando se derrumbó la Unión Soviética y comenzó el llamado Período Especial, los cubanos constatamos que no teníamos ni agricultura ni industria. Sólo titulares de Granma, un ejército enorme, mucha policía y gritos de Patria o Muerte.

16. ¿Qué papel pueden jugar los presidentes de izquierdas para que el comienzo de la transición tarde más o menos? ¿Brasil, Argentina y Chile pueden hacer algo? ¿La ayuda económica y el apoyo político de Chávez es fundamental para Cuba en este momento? ¿Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa tienen relevancia o peso político suficiente para influir contra una posible transición en Cuba?

R. Por principio, las democracias deberían favorecer la transición en Cuba. Parece lo lógico. Pero eso depende de la calidad moral, la tendencia política y los intereses de quienes gobiernan. Generalmente, para el político en el poder no cuentan tanto los principios como los fines. Los escritores y los artistas tendemos a sobredimensionar el papel de la ética en la política, de ahí nuestras repetidas perplejidades y decepciones. Los Gobiernos que usted cita, menos el de Chile hasta ahora, y los cuatro mandatarios que usted nombra están cerca o muy cerca de Castro y lejos o muy lejos de la oposición cubana, por tanto son obstáculos en el tránsito de la dictadura a la democracia en mi país natal. Pero ninguno, ni siquiera el Tío Rico McChávez con sus petrodólares, podrá impedir que Cuba se reincorpore, más tarde o más temprano, al sistema democrático.

17. ¿Ha cambiado algo desde julio, cuando Fidel nombró a Raúl Castro como presidente del Consejo de Estado?

R. Sí: ha aumentado el secretismo del régimen, se ha intensificado la represión policial y ha crecido la incertidumbre de los cubanos respecto a su futuro.

18. ¿Cree usted que Cuba ya ha entrado en un proceso de transición? ¿Cree usted en una transición con Fidel vivo?

R. Desde el triunfo de la revolución, es la primera vez que Castro no está visible ni ejerciendo oficialmente el poder. Esta novedad traza la frontera, por el momento sólo psicológica, entre un antes y un después en Cuba. Que esta frontera deje de ser un sentimiento o una expectativa y se convierta en un hecho objetivo depende de que Castro desaparezca. Sin Castro será imparable la descomposición del régimen, primera etapa del proceso de transición.

19. ¿Qué cree usted que pasará con la muerte de Fidel?

R. Raúl Castro y su corte intentarán mantenerse a flote todo el tiempo que puedan, para lo cual harán reformas económicas que alivien las severas condiciones de vida de los cubanos, sin hacer, mientras puedan evitarlas, reformas políticas que pongan en riesgo su permanencia en el poder. Lo más probable es que clonen parcial o totalmente los modelos chino y vietnamita. También buscarán la manera de entenderse con los norteamericanos, pero les será más fácil entenderse con los europeos. Cabe la posibilidad de que remodelen las relaciones con Hugo Chávez y no descarto que, al discutir sus planes, surjan discrepancias y hasta rupturas entre el general y sus subordinados. A la oposición interna, en tanto no se vean obligados a pactar con ella, le seguirán dando en la mera madre, como se dice en México. No me negará usted, estimada Priscila, que esta respuesta parece un oráculo de Ifá.

20. ¿Qué, en su opinión, ha hecho Fidel Castro a Cuba y a los cubanos? ¿Cuál es el legado de Fidel Castro?

R. Sobre este tema podríamos hablar largo y tendido, pero me limitaré a decir que a los cubanos Fidel Castro nos despertó con un sueño y nos abandona con una pesadilla.

21. ¿Un estadista, un líder, un dictador? ¿Quién es Castro en su opinión?

R. El mejor actor del siglo XX.

(2006)

Entrevista con Ginsberg

La muerte de nuestros contemporáneos nos envejece. Cuando en la foto de grupo en que estamos comienzan a clarear las filas, nos asalta la certeza de que nuestro tiempo se despide y nosotros nos vamos con él. La mancha de vacío que nos asedia se expande con cada figura que se borra, pero mayor es el terreno que gana el desamparo si la que abandona la foto significó algo especial en nuestra vida. Mucho ha significado Allen Ginsberg para mi generación. Este desvergonzado y sonriente judío de New Jersey, profeta de la inconformidad como Whitman lo fue del sueño americano, desde su místico vitalismo dio, a su manera, una respuesta afirmativa a la demanda de Albert Camus, herética para las cabezas esclavizadas de todas los dogmas, de aprender a vivir el tiempo de los rebeldes.

Al comienzo de los 60 llegó el joven Ginsberg a La Habana. Ya era uno de los astros de la constelación beat junto a Jack Kerouac, Lawrence Ferlinghetti, Jakson Pollock, Gregory Corso, William Burroughs y Robert Rauschenberg. Lo entrevisté para el Hoy, pero no pude publicar la entrevista: el cuaquerismo de izquierda, que es el reflejo especular del de derecha, la censuró. Y eso que no les dije a mis escandalizados superiores en el periódico que el poeta me había recibido impecablemente desnudo, sentado en el centro de la cama en posición yoga.

He aquí la entrevista, que permaneció inédita durante más de treinta años:

GINSBERG HABLA Y YO ANOTO

Allen Ginsberg, poeta norteamericano, joven apaleado, está en La Habana otra vez. Vino con su jacket de piel roto, sus zapatos de lona y sus barbas a lo Profesor Nimbus para decir lo que le guste o lo que le dé la gana en relación con los libros de poesía que participan este año en el Concurso Literario Latinoamericano de la Casa de las Américas. Es, pues, uno de los jueces del premio de poesía. Todos esperamos que su aullido se haga sentir.

Conversamos en la habitación 1802 del hotel Habana-Riviera. Me arrellano en un butacón, apresto la pluma y el cuaderno de notas y me dispongo a oír y escribir.

Ginsberg sonríe y comienza a soltar la lengua:

–Me gusta la revolución, pero me disgusta lo que sucede con los homosexuales, porque yo mismo soy homosexual.

Hace una pausa y saca una risita de triunfo de la misma forma como Mandrake saca un pollo de su chistera. Continúa:

–Es decir, no precisamente homosexual, pues lo mismo me gustan los hombres que las mujeres. Walt Whitman dijo que la homosexualidad no es un problema social, sino una forma, una variedad de la naturaleza humana. En este siglo mecanizado, la ternura entre los hombres sirve de buena simiente para la democracia y el comunismo. Como dicen los jóvenes poetas rusos, el comunismo viene del corazón, o lo que es igual, del feeling. Luego entonces no hay por qué cuidar policíacamente el corazón. He oído que aquí existe un Departamento de Lacras Sociales… Antes habría que investigar los sentimientos de los que trabajan allí, que no entienden los signos exteriores del feeling, como la ropa, el cabello, la expresión de la cara… No hablo ahora de homosexualidad únicamente, hablo de todas las variedades individuales del verano de los hombres en este siglo. Pero estoy complacido de ver que los verdaderos revolucionarios, la mayoría de los que encuentro, son gentes muy simpáticas y entienden este problema sin ansiedad histérica o puritana y tienen en sus ojos la vieja estrella cubana.

Vuelve a sonreír. Le gustó el hallazgo de “la vieja estrella cubana”. Retoma la palabra:

–Una revolución debe abrir conciencias y sentimientos, debe ser una llamada al amor. Y el amor es real, es del cuerpo, no está en el cielo, como dicen los squares eclesiásticos y la gente cerebral, para quienes el amor no es más que un esquema mental.

Le disparo la primera pregunta:

–¿Ahora escribes algún libro?

–Estoy escribiendo un diario de mi estancia en Cuba. De estas notas y sueños saco mis poemas. Cuando regrese a Estados Unidos voy a escribir poemas sobre Cuba y los publicaré en Evergreen Review. Si escribo crónicas es seguro que tendré problemas con el Departamento de Estado.

Hay encima de la mesa una estatuilla de Buda bañada por la luz de la lámpara. Ginsberg ha recostado, a los hombros del minúsculo Gautama, unas varillas de olor muy finas, a las que acerca una y otra vez la llama de un fósforo. No logra prenderlas. Desiste y se queja de su gripazo. Le disparo la segunda pregunta:

–Como poeta, ¿qué es lo que actualmente te interesa más?

–Actualmente lo que más me interesa es explorar mi conciencia y mis sentimientos y comunicarlos a los demás y a mí mismo en un ritmo que pueda mover el cuerpo. La poesía es una cosa fisiológica, como la música de los santeros.

–¿A todos los poetas de tu grupo les gusta nuestra revolución?

–La mayor parte de los poetas norteamericanos de mi generación simpatizan con la revolución cubana, salvo algunos excéntricos, que simpatizan sólo con su excentricismo.

Me viene a la mente el plantón que le dio Sartre al Premio Nobel. Tengo delante de mí a Ginsberg y no quiero perder la oportunidad de hacerle esta pregunta:

–Si la Academia Sueca te concediera el Nobel, ¿qué harías con el dinero, en caso de aceptar el premio?

–Si la Academia Sueca me otorgara el Nobel, con el dinero compraría algunos kilogramos de marihuana; daría unos miles de dólares al grupo de muchachos que hace cinematografía del desnudo en Nueva York (la Film Makers Cooperative, de la revista Film Culture); daría otros miles de dólares a algunos poetas esqueléticos de los Estados Unidos y la India; me compraría una buena grabadora; finalmente, viajaría por Rusia y China durante dos años.

Le disparo la última pregunta:

–Si pudieras hablar con el comandante Fidel Castro, ¿qué problemas le plantearías?

–Le plantearía tres asuntos: a) la necesidad de cuidar el valor social y la sensibilidad de los que aquí llaman “enfermos”(*); b) le recomendaría la legalización de la marihuana porque no forma hábito y no es tóxica, se usa en medidas de recreación y no de vicio y es una amenaza social menor que el tabaco y el alcohol y, además, facilita una percepción aguda de la mente; c) si es posible, dar un gran golpe de alma y propaganda, que hiciera tambalear a la revista Time y sacudiera toda la paranoia gubernamental de Estados Unidos, aboliendo la pena capital en Cuba. Se pueden buscar otros modos más agudos para tratar con los enemigos de la revolución. Por ejemplo, pueden darles hongos mágicos y ponerlos a trabajar en los ascensores del Habana-Riviera.

Me despido de Ginsberg. Él queda en la habitación 1802. Yo salgo al fresco del malecón.

(*) En Cuba, homosexual.

La hija madrileña a la que Pablo Neruda abandonó y llamaba «vampiresa de 3 kilos»

Por Paco Rego

Malva Marina no podía hablar ni caminar a causa de la hidrocefalia

(EL MUNDO, Madrid, 20/2/2018) Malva nació con hidrocefalia en un hospital de Madrid y al estallar la Guerra Civil la familia huyó a Montecarlo, donde el gran poeta se desentendió de su hija, «un ser perfectamente ridículo», decía él, y de su mujer. La niña murió a los ocho años.
Un libro rescata ahora la tragedia. «Mi nacimiento fue como un accidente de tráfico. Me detuve en seco, me quedé atrancada, retenida en un lugar a media vida entre el interior y el exterior del útero, en un túnel negrísimo. Tuvieron que tirar de mí con mucha fuerza para extraerme hacia la luz del día. No es de extrañar considerando el tamaño que tenía mi cabeza ya entonces, aunque su verdadero e imparable crecimiento aún no había empezado. Así y todo lograron sacarme y fui a parar a una fría habitación de hospital que excluía eficazmente el tórrido calor de Madrid…».
Así comienza la narración de Malva (Ed. Rey Naranjo), la primera novela de la poeta neerlandesa Hagar Peeters. Han pasado 84 años y Peeters sacude el manto de misterio que durante ocho décadas cubrió la vida de esta niña con hidrocefalia, Malva Marina, ocultada y repudiada por su propio padre, uno de los más grandes poetas de la historia. Malvita, como la trataban en familia, vino al mundo en Madrid en 1934 y murió a los ocho años en Gouda, la ciudad holandesa que da nombre al famoso queso. Fue hija de Pablo Neruda, «única y legítima -señala la socióloga y profesora de Español Leonor Ruiz Martínez, autora del blog Microcríticas Literarias-, fruto de su matrimonio con Maria Hagenaar Vogelzang -Maruca-, con la que se había casado en Java» cuatro años antes.
Estamos a 18 de agosto de 1934, dos años antes de que estalle la Guerra Civil española. Malva acaba de nacer en un hospital madrileño. Y en principio nada hace suponer que aquella criatura de gran cabeza, a la que han bautizado como Malva Marina Trinidad Reyes Basoalto, más que unir a sus padres, supondrá el comienzo de una tragedia.
Malva, flor de agua que crece cerca del mar, nació con una cabeza desproporcionada, fruto de una hidrocefalia que anunciaba una muerte prematura, irremediable. «Una criatura (¿lo era?) a la que no se podía mirar sin dolor», la describió el poeta Vicente Aleixandre tras una de sus visitas a la pequeña, en el céntrico barrio de Argüelles, donde Rafael Alberti les había encontrado hogar en la quinta planta de la Casa de las Flores, así conocida por la cantidad de jardineras abarrotadas de geranios que decoraban (y que hoy todavía lucen) sus grandes y luminosos balcones.
Pero en Neruda, seudónimo bajo el que se ocultaba el chileno Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, el nacimiento de una hija enferma estaba fuera de todos sus cálculos. Primero la ocultó -«es un ser perfectamente ridículo», llegó a decir, «una especie de punto y coma»- y después borró a la «vampiresa de tres kilos» de su vida, abandonándola para siempre. Cuesta entender que del autor de Cien sonetos de amor nacieran tales palabras. Él, además, que era hijo de un obrero ferroviario y de una maestra de escuela, cuya infancia y juventud tampoco habían sido fáciles. Como no lo fue su matrimonio con la bella Maruca o también la Javanesa, en alusión a su origen, la isla de Java, siguiendo la costumbre del poeta de rebautizar a sus conquistas. Él, de su puño y letra, la retrataría así en Confieso que he vivido: «Era una mujer alta [superaba el 1,80] y suave, extraña totalmente al mundo de las artes y las letras». Y también a los ambientes de fiestas y bohemia que tanto gustaban al que iba a ser su esposo (se casaron en Java el 6 de diciembre de 1930), entonces cónsul de Chile en la isla.
No sólo fue la primera esposa del laureado escritor, sino que además era la madre de Malva Marina, su única y malograda descendiente. Tras conocerse en un partido de tenis celebrado en uno de los clubes más refinados de Java, Neruda y Maruca se casaron. Sería una luna de miel corta y con final traumático. Chile lo reclama y, de vuelta a Santiago, la capital donde Neruda se corrió sus grandes farras, el cambio de vida resulta un infierno para la flamante esposa. El poeta no tarda en reencontrarse con sus amigos juerguistas del pasado y vuelve a la dolce vita, en compañía de escritores, pintores, músicos y mujeres, su pasión y perdición.
Maria Hagenaar, embarazada, sin amigos y con un marido al que sólo ve al amanecer, se rebela. Ya no soporta más ausencias e infidelidades y quiere volver a Europa. Neruda, para aplacarla, echa mano de influyentes amigos del Gobierno y consigue que lo envíen a Madrid. La República manda. Y la ciudad es un hervidero de escritores, artistas, filósofos, músicos, científicos, arquitectos, escultores… la vanguardia de las letras y la ciencia en aquel Madrid da nuevos ánimos a la pareja. Tras unos meses como agregado en el departamento cultural de la embajada de Chile, es ascendido a cónsul general. El glamour vuelve a sus vidas .
La bienvenida de Lorca
En la quinta planta de la Casa de las Flores, entonces símbolo del vanguardismo urbanista, la tranquilidad parece reinar. Malva, dicen los médicos, sigue creciendo a buen ritmo en el vientre primerizo de Maruca. Faltan tres meses para su llegada al mundo. Y Neruda, el futuro padre, dedica más horas a organizar tertulias en su casa que al consulado.
Hasta que nace Malva y ya únicamente los íntimos -Federico García Lorca, Rafael Alberti, quien le había conseguido el piso de alquiler en Argüelles, Vicente Aleixandre…- era n bien recibidos. Lorca, desde Granada, le dio la bienven ida a Malva como mejor sabía: Delfín de amor sobre las viejas olas,/ Cuando el vals de tu América destila/ Veneno y sangre de mortal paloma/ Niñita de Madrid, Malva Marina,/ No quiero darte flor ni caracola;/ Ramo de sal y a mor, celeste lumbre,/ Pongo pensando en ti sobre tu boca.
Al parecer, al comienzo Neruda no era muy consciente del alcance de la enfer medad de su hija, a la que consideró «una maravilla» al poco de nacer. De esa ceguera propia de padre debutante dan fe las palabras de un Vicente Aleixandre sorprendido, tal vez asustado, quien tras visitar a la r ecién nacida trazó con palabras la radiografía de aquel c uerpecito «con cabeza feroz, crecida sin piedad…». Dice así: «Salí a la terraza corrida y estrecha, como un ca mino hacia su final. En él, Pablo, allá, se inclinaba sobre lo que parecía una cuna. Yo le veía lejos mientras oía su voz: «Malva Marina, ¿me oyes? ¡Ven, Vicente, ven! Mira qué maravilla. Mi niña. Lo más bonito del mundo». Brotab an las palabras mientras yo me iba acercando. Él me ll amaba con la mano y miraba con felicidad hacia el f ondo de aquella cuna. Todo él ciega dulzura de su vo z gruesa. Llegué. Él se irguió radiante, mientras me esp iaba. ¡Mira, mira! Yo me acerqué del todo y entonces el hondón de los encajes ofreció lo que contenía. Una enorme cabeza, una implacable cabeza que hubiese devorado las facciones y fuese sólo eso: cabeza feroz, crecida sin piedad, sin interrupción, hasta perder su destino…».
Muy pronto, cuando comenzó a tomarle el pulso al mal de la niña, la desilusión de Neruda fue en aumento. Se fue alejando más y más de su hija, y también de su esposa. Es probable que para entonces mantuviera alguna relación con la argentina Delia del Carril, La Hormiguita, por la que después abandonaría a su mujer y a su hija.
A un mes del nacimiento de su hija le confiesa por carta a su amiga Sara Tornú, esposa del poeta argentino Pablo Rojas Paz, con la que Neruda habría mantenido algún flirteo: «Oh Rubia queridísima… La chica [Malva] se moría, no lloraba, no dormía; había que darle con sonda, con cucharita, con inyecciones, y pasábamos las noches enteras, el día entero, la semana, sin dormir (…) Aquella cosa pequeñilla sufría horriblemente, de una hemorragia que le había salido en el cerebro al nacer. Pero alégrate, Rubia Sara, porque toda va bien; la chica comenzó a mamar y los médicos me frecuentan menos…».
Tras una etapa plagada de desencuentros, infidelidades de él y de rechazo hacia su hija, en 1936 el poeta abandona definitivamente a su mujer y a su niña para irse a vivir con la Hormiguita. Las deja casi sin dinero en Montecarlo, ciudad a la que llegan huyendo de la Guerra Civil. Maruca cruza toda Francia con su niña enferma hasta llegar a Holanda, donde se instala en la ciudad de Gouda. Madre e hija pasan hambre y penurias. Maruca vive en pensiones y trabaja en lo que encuentra mientras a su niña la deja al cuidado de una familia cristiana. Suplica a Neruda que le mande dinero para poder darle de comer a su hija: «Mi último centavo lo gastaré en enviar esta carta».
La hija olvidada por el nobel de Literatura murió el 2 de marzo de 1943 en Gouda, donde está enterrada, lejos del mar donde crece la flor de la Malva Marina. Tenía ocho años. [Su madre, a través del Consulado de Chile en La Haya avisa a Neruda de la muerte de la pequeña y le pide reunirse con él. El silencio fue su respuesta].

[«Malva» (editada por Rey Naranjo), primera novela de la escritora holandesa Hagar Peeters, está ya a la venta.]

Harar, el infierno de Rimbaud

Rimbaud foto

Rimbaud en Harar, 1880.

Harar representó el punto de escisión entre las dos grandes etapas de la vida de Rimbaud: sus años como poeta y sus años como comerciante.

Por Diego Olavarría

(LETRAS LIBRES, México, 10/11/2014) A finales de 1880, en tiempos del asedio militar egipcio, apareció a las afueras de Harar el comerciante francés Alfred Barday. Este hombre, famoso en los alrededores del Mar Rojo por sus numerosos negocios y casas comerciales, llegaba al bastión islámico más importante del cuerno de África para expandir sus intereses en la región. Para acompañarlo en el inicio de esta aventura, se había hecho de un empleado a quien conoció unos meses antes, en Adén, Yemen: un joven taciturno paisano suyo, de cabellera rubia y polvorienta, ojos helados, y semblante serio e inexpresivo.

A pesar de considerarlo misterioso, a Barday le había resultado notable la habilidad de este personaje con los idiomas –hablaba con fluidez griego y árabe—así como su erudición: con solo 27 años, este joven sucio y malencarado versaba con soltura sobre temas de geografía, historia e ingeniería (eso cuando decidía abrir la boca, pues era más bien lacónico). Es probable que Barday viera en él cierta cualidad de alma errante e intrépida, características indispensables para un comerciante que aspira a sobrellevar la vida en una ciudad alejada y culturalmente inhóspita. El nombre de este empleado era Arthur Rimbaud, y era, tal vez, el poeta más importante de su siglo. Pero Barday no lo sabía ni tenía manera de imaginarlo: Harar era un lugar donde la poesía no importaba. El mundo ahí se medía ahí en unidades menos abstractas: cabezas de camello, kilos de khat, costales de café y táleros de plata.

Hasta el XIX, Harar fue un universo autocontenido, rodeado de murallas impenetrables. Conocida por sus habitantes como la Gei*, tenía su propio idioma, su propio sistema político, su propia arquitectura, así como un poderoso ejército que puso un par de veces de rodillas a los etíopes cristianos y a los portugueses. El primer occidental en entrar a Harar fue el viajero inglés Richard Francis Burton, quien en 1854 arriesgó la vida con tal de conseguir una audiencia con el Emir de la ciudad. Hoy Harar es un sitio medianamente turístico. La principal avenida que lo atraviesa se llama Charleville, en honor al pueblo donde nació Rimbaud. Pero en 1880 era un lugar tan distante y desconocido que solo figuraba en los imaginarios de algunos exploradores, comerciantes y diplomáticos. Paul Verlaine, por ejemplo, pensó durante años que Rimbaud había huido a Herat, en Afganistán. En otras palabras: Harar era tan exótica que un poeta no podía siquiera encontrarla en un mapa.

Harar representó el punto de escisión entre las dos grandes etapas de la vida de Rimbaud: sus años como poeta y sus años como comerciante. Aunque viajó por Escandinavia, Indonesia y Chipre, fue en Harar donde el poeta se convirtió en algo radicalmente diferente.

Para entender al Rimbaud de Harar, es necesario tener en claro que a él jamás le importó la consagración literaria. Su misión era hacer de su vida una obra de arte; para lograrlo Rimbaud destruyó el yo poético y se reinventó de la forma más radical posible: como negociante. Como lo señaló Charles Nicoll en Rimbaud en África (Anagrama, 1991) el Je est un autre de Las Cartas del vidente se convirtió en profecía de la transformación venidera. Harar fue el lugar perfecto no solo para desaparecer, sino también para reformularse más allá de lo reconocible. Rimbaud lo habrá visto así: si la poesía es un mundo etéreo y abstracto, el del comercio es uno banal y corriente donde todo tiene precio, donde todo es concreto. Convertirse en comerciante era ser un autre.

Rimbaud confiesa en varias ocasiones su deseo de escapar de las insulsas calles de Harar. En una carta de 1881 advierte a sus amigos que está a punto de irse, tal vez a Zanzíbar o a Panamá. Pero a pesar de sus quejas (el “aburrimiento embrutecedor”, la “estupidez y flojera” de los habitantes) lo cierto es que solo una vez, –cuando visitó El Cairo en 1887—se alejó más allá del puerto de Adén. Pasará temporadas en lo que hoy son Yibuti, Shoa y Somalia, pero de una u otra manera siempre regresa a Harar, su hogar, su fatal patria, el único sitio donde se siente libre. Hacia mediados de la década de 1880, en alguna de las largas noches que pasaba leyendo libros sobre minería y escribiendo cartas, Rimbaud vuelve a tener un presagio, una iluminación: “Es probable que jamás encuentre la paz de espíritu; que ni viviré ni moriré en paz. ¡Eso es la vida y no es para tomarlo a risa!”.

Con dolores insoportables en la pierna, Rimbaud deja Harar en abril de 1891 y hace el último viaje entre esta ciudad y el Golfo de Adén en una camilla llevada por cargadores. Tres meses y varios tortuosos navíos después, Rimbaud desembarca en Marsella. Ahí, será internado en un hospital de jesuitas y le amputarán la pierna. Pero la enfermedad –cáncer óseo— seguirá avanzando. No sin antes haber aprendido a caminar con una prótesis de madera, Rimbaud morirá el 10 de noviembre de 1891, a los 37 años, víctima del cáncer pero también de las caminatas, de las fiebres nunca curadas del todo y de las penurias. Víctima de los kilómetros, las caravanas, el sol del cuerno de África; del aburrimiento y las ambiciones nunca logradas. Hacia el final de su vida, empobrecido, frustrado y enfermo, Harar se habrá convertido para Rimbaud en símbolo de la existencia absurda, del largo viaje que no ofrece recompensa. O bueno, quizá una: la estúpida muerte. Al explorar los años africanos de su vida, queda claro que Rimbaud cambió la posibilidad del Parnaso por una temporada en el infierno. Y que ese infierno fue Harar.
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*La palabra Gei, que significa ciudad en idioma hararí, viene del griego Γῆ, Tierra.

La pelea literaria entre Benedetti y Vargas Llosa que sacó al baile a Neruda, Sábato y Carpentier

Vargas Llosa y Benedetti foto

Benedetti y Vargas Llosa en París, década de los 60.

Por Felipe Ojeda

(CULTO, 12/6/2019) Una entrevista al escritor peruano en 1984 comenzó una acalorada discusión epistolar con su par uruguayo. “Intelectuales condicionados”, fue el primer golpe del autor de “Los cachorros” en lo que serían tres rounds en donde ambos defienden su posición política.

El innegable talento demostrado por Mario Vargas Llosa y (el fallecido) Mario Benedetti en sus novelas, ensayos y artículos periodísticos, así como la extraordinaria difusión alcanzada por sus libros, han generado y generan todavía una razonable expectativa ante cada uno de sus comentarios y opiniones, aun cuando no se limiten al campo específico de la literatura.

Así lo evidencia una discusión entre ambos, desde una entrevista y cuatro misivas recogidas por medios como Panorama de Italia y El País de España, fechadas entre enero y junio de 1984.

Acá una selección de algunos de los mejores pasajes de una de las buenas peleas literarias que dio el boom latinoamericano.

Round 1: condicionados como el perro de Pavlov

El 9 de abril de 1984, el autor de La tregua publicó en El País la columna “Ni corruptos ni contentos” en donde increpa al escritor peruano: “Desde 1960 a la fecha, Vargas Llosa ha efectuado un viraje espectacular en sus predilecciones políticas”, comienza diciendo, “y si bien siempre se ha esforzado en demostrar que su desvelo especial es la libertad, lo cierto es que hace 15 años era entusiastamente apoyado por las izquierdas latinoamericanas, y hoy en cambio es halagado y arropado por las derechas”, remarca.

“Son señales a tener en cuenta”, advierte el escritor uruguayo: “Las izquierdas suelen equivocarse en sus fervores; las derechas, casi nunca”.

Benedetti replicó a Vargas Llosa a raíz de una entrevista publicada por la revista romana Panorama, el 2 de enero de 1984. “‘Corruptos y contentos’ titula Valerio Riva a toda página el artículo en cuestión, sintetizando así el diagnóstico de su ilustre interlocutor acerca de sus colegas latinoamericanos. Solo menciona tres excepciones (aclara que ‘hay que buscarlas con lupa’): Octavio Paz, Jorge Edwards y Ernesto Sábato, pero tengo mis dudas de que este último se sienta halagado por integrar la terna”, escribe el uruguayo.

“Entre los intelectuales europeos de izquierda ha tenido lugar un saludable replanteamiento, pero en América Latina la mayoría baila aún obedeciendo a reflejos condicionados, como el perro de Pavlov”, reclamaba Vargas Llosa desde la entrevista con Panorama.

Cuando el periodista le pregunta quiénes son esos “intelectuales condicionados”, el peruano responde: “Gabriel García Márquez, Mario Benedetti y Julio Cortázar”.

“Estos son los más ilustres”, puntualiza, “pero luego hay un número infinito de intelectuales medianos y menores, todos perfectamente manipulados, subordinados, corruptos. Corruptos por el reflejo condicionado del miedo de afrontar el mecanismo de satanización que posee la extrema izquierda”.

Luego sigue: “En los países del Tercer Mundo y sobre todo en América Latina, el intelectual es un elemento fundamental del subdesarrollo. No es alguien que lucha contra el subdesarrollo, ya que es un gran propagador de estereotipos y crea reflejos intelectuales condicionados. Al repetir todos los lugares comunes de la propaganda, termina por obstruir cualquier posibilidad de creación de nuevas fórmulas de liberación”.

Un clinch: “Difícil imaginar que Carpentier o Neruda resulten más culpables de nuestras miserias que la United Fruit o la Anaconda Copper Mining”

Benedetti, en su respuesta, señala: “Tengo la impresión de que la teoría de los reflejos condicionados ha ido condicionando a Vargas Llosa. Gracias a Pavlov sabemos ahora que el subdesarrollo no es una consecuencia del desarrollado y subdesarrollante imperialismo, ni de las intocables transnacionales, ni del extendido analfabetismo, sino del alfabetizado y maligno intelectual”.

“Toda una revelación, aunque nos sea difícil imaginar que Carpentier o Neruda resulten más culpables de nuestras miserias que la United Fruit o la Anaconda Copper Mining”, agrega.

Luego añade: “A un intelectual del alto rango artístico de Vargas Llosa debe exigírsele una mínima seriedad en los planteos políticos, particularmente cuando estos ponen en entredicho la probidad de sus colegas”.

Según Benedetti, “hablar de ‘corruptos y contentos’ en una región del mundo en la que hay tantos intelectuales perseguidos, prohibidos, exiliados; donde hay por lo menos 28 poetas (incluido su compatriota Javier Heraud) que perdieron la vida por causas políticas; un continente que ha conocido el holocausto de Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Paco Urondo; la desaparición de Julio Castro; el asesinato de Roque Dalton e Ibero Gutiérrez; la prisión de Carlos Quijano y Juan Carlos Onetti; la tortura de Mauricio Rosencof y la muerte heroica de Leonel Rugama; hablar de corruptos y contentos en ese marco de discriminación y de riesgo, de amenazas y de crimen es, por lo menos, una actitud insoportablemente frívola”.

“Confieso que, en el fondo, esta ráfaga de agravios, esta virulenta ofensiva que Vargas Llosa dedica a aquellos intelectuales que no comparten sus ideas, me decepciona bastante”, escribe Benedetti antes del cierre: “Hace tiempo que nos hemos resignado a que no esté con nosotros, en nuestra trinchera, sino con ellos, en la de enfrente, pero en cambio no podemos resignarnos a que, por diferencias ideológicas o amparado quizá en las dispensas de la fama, recurra al golpe bajo, al juego ilícito, para reforzar sus respetables argumentos. Afortunadamente, la obra de Vargas Llosa está netamente situada a la izquierda de su autor, y seguirá siendo leída con fruición por los zombis, los robots y los perros de Pavlov”.

Round dos: “El heroísmo no resulta siempre de la lucidez, muchas veces es hijo del fanatismo”

El 14 de junio de 1984, Mario Vargas Llosa recogió el guante y contraatacó con una nueva columna titulada “Entre tocayos”, publicada en El País.

Allí dice: “Hay una extraordinaria paradoja en que la misma persona que, en la poesía o la novela, ha mostrado audacia y libertad, aptitud para romper con la tradición, las convenciones y renovar raigalmente las formas, los mitos y el lenguaje, sea capaz de un desconcertante conformismo en el dominio ideológico, en el que, con prudencia, timidez, docilidad, no vacila en hacer suyos o respaldar con su prestigio los dogmas más dudosos e incluso las meras consignas de la propaganda”.

“Examinemos el caso de los dos grandes creadores que Benedetti menciona”, invita Vargas Llosa.

“Tengo a la poesía de Neruda por la más rica y liberadora que se ha escrito en castellano en este siglo, una poesía tan vasta como es la pintura de Picasso, un firmamento en el que hay misterio, maravilla, simplicidad y complejidad extremas, realismo y surrealismo, lírica y épica, intuición y razón y una sabiduría artesanal tan grande como capacidad de invención. ¿Cómo pudo ser la misma persona que revolucionó de este modo la poesía de la lengua el disciplinado militante que escribió poemas en loor de Stalin y a quien todos los crímenes del estalinismo —las purgas, los campos, los juicios fraguados, las matanzas, la esclerosis del marxismo— no produjeron la menor turbación ética, ninguno de los conflictos y dilemas en que sumieron a tantos artistas?”, escribe el peruano.

Según el hombre de La ciudad y los perros, “toda la dimensión política de la obra de Neruda se resiente del mismo esquematismo conformista de su militancia. No hubo en él duplicidad moral: su visión del mundo, como político y como escritor era maniquea y dogmática. Gracias a Neruda, incontables latinoamericanos descubrimos la poesía; gracias a él —su influencia fue gigantesca—, innumerables jóvenes llegaron a creer que la manera más digna de combatir las iniquidades del imperialismo y de la reacción era oponiéndoles la ortodoxia estalinista”.

“El caso de Alejo Carpentier no es el de Neruda. Sus elegantes ficciones encierran una concepción profundamente escéptica y pesimista de la historia, son bellas parábolas, de refinada erudición y artificiosa palabra, sobre la futilidad de las empresas humanas (…) Pero, ¿qué lección de moral política dio a sus lectores latinoamericano este gran escritor? La de un respetuoso funcionario de la revolución que, en su cargo diplomático de París, abdicó enteramente de la facultad, no digamos de criticar, sino de pensar políticamente. Pues todo cuanto dijo, hizo o escribió en este campo, desde 1959, no fue opinar —lo que significa arriesgarse, inventar, correr el albur del acierto o el error—, sino repetir beatamente los dictados del Gobierno al que servía”, argumenta Vargas Llosa.

Luego agrega que “en América Latina, un escritor no es solo un escritor. Debido a la naturaleza terrible de nuestros problemas, a una tradición muy arraigada, al hecho de que contamos con tribunas y modos de hacernos escuchar, es también alguien de quien se espera una contribución activa en la solución de los problemas”.

Vargas Llosa explica que tanto Neruda como Carpentier “no parecen haber cumplido aquella función cívica como cumplieron la artística”.
“Mi reproche, a ellos y a quienes, como lo hicieron ellos, creen que la responsabilidad de un intelectual de izquierda consiste en ponerse al servicio incondicional de un partido o un régimen de esta etiqueta, no es que fueran comunistas. Es que lo fueran de una manera indigna de un escritor: sin reelaborar por cuenta propia, cotejándolos con los hechos, las ideas, anatemas, estereotipos o consignas que promocionan; que lo fueran sin imaginación y sin espíritu crítico, abdicando del primer deber del intelectual: ser libre”, agrega.
“Muchos intelectuales latinoamericanos han renunciado a las ideas y a la originalidad riesgosa, y por eso entre nosotros el debate político suele ser tan pobre: invectiva y clisé. Que haya acaso entre los escritores latinoamericanos una mayoría en esta actitud parece confortar a Mario Benedetti y darle la sensación del triunfo”, reclama el peruano.

Según el autor de Conversación en La Catedral, “Benedetti cita a un buen número de poetas y escritores asesinados, encarcelados y torturados por las dictaduras latinoamericanas (es significativo de lo que trato de decir que olvide mencionar a un solo cubano, como si no hubieran pasado escritores por las cárceles de la isla y no hubiera decenas de intelectuales de ese país en el exilio. De otro lado, por descuido, coloca a Roque Dalton entre los mártires del imperialismo: en verdad, lo fue del sectarismo, ya que lo asesinaron sus propios camaradas)”.

“El heroísmo no resulta siempre de la lucidez, muchas veces es hijo del fanatismo”, añade.

Luego culmina diciendo que “el problema no está en la brutalidad de nuestras dictaduras, sobre lo que Benedetti y yo coincidimos, así como en la necesidad de acabar con ellas cuanto antes. El problema es: ¿con qué las reemplazamos?, ¿con Gobiernos democráticos, como yo quisiera?, ¿o con otras dictaduras, como la cubana, que él defiende?”.
Benedetti y Vargas Llosa en París, 1966.

Round tres: “el Gobierno revolucionario no ha matado a ningún escritor”

Cuatro días más tarde, Mario Benedetti volvió a responder a Vargas Llosa con nuevos argumentos.

“Creo que ya somos bastante maduros como para alimentar la ilusión de que los argumentos de uno vayan a conmover las convicciones del otro, y viceversa”, comienza esgrimiendo.

Luego añade: “Nuestra mayor e irremediable diferencia está en que Vargas Llosa entiende que cualquier escritor latinoamericano que hoy apoye revoluciones como la cubana o la nicaragüense no lo hace libremente y por convicción, sino por ‘un desconcertante conformismo en el dominio ideológico’”.

“Personalmente, tengo mejor opinión de mis colegas”, dice Benedetti, “y sin perjuicio de que pueda existir algún sectario u obsecuente, creo que la gran mayoría de escritores latinoamericanos que han apoyado y apoyan esas revoluciones lo hacen por propia decisión y no por corrupción, ni por cinismo, ni por oportunismo”, agrega.

Según Benedetti: “Eso es lo que me conforta, y no, como dice Vargas Llosa, el que los intelectuales hayan renunciado a las ideas y a la originalidad riesgosa. Justamente porque no han renunciado a sus ideas y a sus riesgos es que frecuentemente son víctimas de formas de represión (cárcel, torturas, destierro, negación de visados, amenazas, etc.) que él, afortunadamente, no ha sufrido”.

“Por otra parte, al retomar mi mención de Neruda, Vargas Llosa habla exclusivamente de sus ‘poemas en loor de Stalin’, y no de sus autocríticas a ese respecto, que constan en Memorial de isla Negra y también en sus memorias. Aunque con rumbos ideológicos contrarios, la evolución de Neruda acerca de Stalin siguió un proceso bastante similar al de Vargas Llosa con respecto a Cuba. Solo que él juzga su propio cambio como un signo de libertad, y, en cambio, el de Neruda ni siquiera lo menciona”, argumenta.

Luego sigue: “Vargas Llosa me reprocha que, al citar ‘a un buen número de poetas y escritores asesinados, encarcelados y torturados por las dictaduras latinoamericanas’, olvide mencionar a uno solo cubano y, en cambio, por descuido, coloque a Roque Dalton ‘entre los mártires del imperialismo: en verdad, lo fue del sectarismo, ya que lo asesinaron sus propios camaradas’. En realidad, yo hablo de 28 poetas ‘que perdieron la vida por razones políticas’ y no incluyo al poeta salvadoreño ‘entre los mártires del imperialismo’”.
“A mayor abundamiento, le recuerdo que en mi antología Poesía trunca (publicada en La Habana y en Madrid), que incluye a esos 28 poetas, digo textualmente al hablar de Roque Dalton: ‘Enrolado en el Ejército Revolucionario del Pueblo, organización salvadoreña, regresó clandestinamente a su patria, y el 10 de mayo de 1975 fue asesinado en su país por una pequeña fracción ultraizquierdista de esa misma organización’”, señala el uruguayo. “Por otra parte, en esa antología figuran cinco poetas cubanos, todos ellos asesinados por la dictadura de Batista, ya que, como es obvio, el Gobierno revolucionario no ha matado a ningún escritor”.

Diez, nueve, ocho…: “El enemigo no es exactamente la URSS, sino, definitivamente, EEUU”

Benedetti puntualiza que cuando dice “nosotros” se refiere a quienes defienden las revoluciones latinoamericanas, “y pese a sus carencias y
eventuales errores, las consideramos fundamentales y fundacionales para la liberación de nuestros pueblos. Cuando digo ‘ellos’ me refiero a quienes indiscriminadamente las acosan, renuncian a comprenderlas y contribuyen a bloquearlas con su desinformación. No solo los ‘neofascistas’ y las ‘alimañas’ ejercen esa tarea; también los ‘reaccionarios de izquierda’, que no faltan”, agrega.

“Es obvio que a mi tocayo ya no lo seducen las revoluciones”, sugiere el uruguayo, “más bien reclama que las reformas, aun las más radicales, ‘se hagan a través de Gobiernos nacidos de elecciones’. (La memoria de Salvador Allende y los archivos de la CIA podrían aportar algo a este respecto). Eso, por supuesto, excluye a todas las revoluciones que en el mundo han sido, desde la francesa a la soviética, desde la mexicana a la argelina, desde la cubana a la nicaragüense. Quizá mi tocayo haya olvidado que aun la revolución norteamericana debió esperar 13 años desde la declaración de independencia hasta la elección y asunción de su primer presidente constitucional. La exigencia electoral de Vargas Llosa incluye, en cambio, a gobernantes como Somoza, Stroessner y otras ‘alimañas’ que nunca olvidaron ese requisito formal. Y también comprende a El Salvador, en cuyos recientes comicios la exclusión de la izquierda, según Vargas Llosa, ‘limita, pero no invalida el proceso’”.

“O sea, que hay democracia semántica para todos los gustos”, concluye.

Benedetti zanja la discusión con dos ideas.
Primero: “Concuerdo con mi tocayo en que a ambos nos gustan las novelas largas, pero, en cambio, no estoy tan seguro de que nos pongamos de acuerdo sobre las razones y el color de la injusticia. Lo demás es (efectivamente) literatura, aunque sea tan buena como la de Mario Vargas Llosa”.

Y por último: “Creo que para el proceso de liberación económica, social y política de América Latina, el enemigo no es exactamente la URSS, sino, definitivamente, Estados Unidos. (En una reciente encuesta europea, el pueblo español opinó en el mismo sentido). Hasta ahora, al menos, todos los bloqueos, invasiones, adiestramientos de torturadores, campañas de esterilización e intereses leoninos, que sufren nuestros países, no provienen de la Unión Soviética, sino de Estados Unidos. De modo que también en las alertas hay prioridades”.

15 días de páginas abiertas para el códice del Cid

La Biblioteca Nacional descubre por primera vez el manuscrito dentro de una exposición dedicada a Menéndez Pidal

Por Luis Alemany

(EL MUNDO, Madrid, 4/6/2019) «No sé si los héroes nacionales siguen siendo necesarios en nuestro tiempo, si no son un poco incómodos para nosotros. Pero si lo son, el Cid está bastante bien. Era justo, no era cruel, era un buen padre y un buen marido y, cuando tenía un problema con alguien, trataba de resolverlo a través de la ley». Esta mañana, Jesús Antonio Cid, Presidente de la Fundación Ramón Menéndez Pidal, explicó así el valor de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, quizá menos anacrónica de lo que podríamos pensar.

El Cid es relevante hoy porque la Biblioteca Nacional expone desde hoy y por primera vez el códice del Cantar de mío Cid, tras 600 años de encierro entre colecciones monásticas, privadas y públicas. Durante los próximos 15 días, los españoles podrán mirar a través de una urna de vidrio que permanece a 21 grados centígrados y con yun 45% de humedad constante, las páginas abiertas del libro, un legajo de 64 páginas de pergamino grueso que Menéndez Pidal llamó «el acta fundacional de la literatura española». Una pequeña ojeada para el visitante, un gran paso para la Historia.

Algunos datos sobre el códice: su material es la tradición oral del siglo XII que fue transcrito en el siglo XIV, probablemente en el Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos). Durante siglos, permaneció en el convento de las Clarisas en Vivar, de donde salió en 1779, prestado a Eugenio Llaguno para proceder a su edición en imprenta. Llaguno nunca lo devolvió. Poco después, el códice estaba en manos de la familia Gayangos, que estuvo a punto de vendérselo al Museo Británico de Londres. Pedro José Pidal pujó más fuerte y el códice se quedó en España. La Hispanic Society de Nueva York le puso un cheque en blanco, pero Pidal resistió. En 1969, la Fundación March pagó 10 millones de pesetas por el documento y se lo cedió al Estado.

El códice del Cantar de mío Cid tiene 3.700 versos de métrica irregular en caracteres góticos que narran los últimos años del caballero de Vivar, desde su destierro en 1081 hasta su muerte en 1099. Aparece la toma de Valencia, la boda, el agravio y la reivindicación de las hijas del Cid con los infantes de Carrión, la batalla de Jérica… «En la historia del Cid están valores que hoy nos emocionan: la lealtad, el compañerismo, el espíritu de superación», dijo Ana Santos Aramburo, directora de la Biblioteca Nacional.

La institución, en colaboración con la Fundación Menéndez Pidal, ha arropado el descubrimiento del códice con una exposición que explica la figura de don Ramón Menéndez Pidal en relación con la del Cid. Donde Unamuno desdeñó la leyenda del Campeador, Menéndez Pidal se lanzó a hacer campañas etnográficas y pesquisas por bibliotecas con el fin de entender la historia del Cid. Una anécdota: en una de esas campañas, Menéndez Pidal llegó a Granada, acompañando a su hija Jimena, a la que un enemigo de la familia le había suspendido latín en Madrid, y que esperaba examinarse en Andalucía para evitar el veto. Menéndez Pidal aprovechó el viaje para visitar el Albaicín, aunque estaba avisado de que la excursión era peligrosa. ¿Alguien podría ayudarle, introducirle entre los gitanos con naturalidad? Apareció un poeta joven llamado Federico García Lorca. Con él subió al Albaicín y recopiló canciones y leyendas antiquísimas. Cuatro años después, Lorca publicó Romancero gitano.

La historia la cuenta Enrique Jerez, investigador de la Fundación Menéndez Pidal, uno de los responsables de la exposición doble de la Biblioteca Naciona. En sus vitrinas aparecen otros manuscritos medievales valiosísimos, como El debate de Elena y María y el Poema de Yúçuf,e scrito en aragonés con grafía árabe. Aparece también algunos retales de la vida de Menéndez Pidal: la colaboración con María Goyri, su mujer, la primera española licenciada en Filosofía y Letras, su relación con los grandes filólogos de su época e, incluso, su papel en el rodaje de El Cid, la película de Anthony Mann con Charlton Heston y Sophia Loren. Aquel proyecto no sonaba muy bien en la España franquista, hasta que Menéndez Pidal avaló su guión. «Le encantaba que los moros españoles fuesen españoles y no sólo moros. Si se acuerdan de la película, los moros españoles vestían de colores, les gustaba el vino y la poesía. Los malos venían de Marruecos, iban de negro y odiaban la poesía».

Ataque de nostalgia

Anécdota del hijo menor de Roque Dalton, Jorge Dalton, sobre uno de los viajes de su padre

Por Jorge Dalton

En 1971 mi padre hizo un viaje espectacular a China y Corea del Norte. Kim Il Sung, el primer ministro norcoreano había extendido una invitación para que participara en los festejos por el aniversario de la fundación de la República Democrática de Corea. Para esto, tuvo que hacer un largo recorrido en avión desde La Habana a Alemania y de ahí a Moscú. Más tarde atravesar durante más de una semana gran parte de la Unión Soviética por medio del Expreso Transiberiano.

Recuerdo que regresó muy sorprendido por diversas razones. A pesar de su admiración por la Revolución China y Coreana le pareció sumamente exagerado y absurdo la manera en que los dirigentes de estos países conducían a sus pueblos. Principalmente en Corea del Norte en que la racionalización era de tal manera que hasta el cine estaba racionado. Los núcleos familiares tenían derecho de asistir a una sala de cine una vez por mes y ver sólo películas realizadas en los países socialistas.

El teatro por su parte, se centraba en las historias de la lucha del pueblo coreano en contra de la invasión japonesa o durante la guerra contra Estados Unidos en que los actores que hacían de japoneses o norteamericanos eran artistas sancionados por supuesta mala conducta o que en algún momento tuvieron una “actitud burguesa”. Hacer de “malo” o de “enemigo” en una obra teatral o en el cine, era una deshonra y un castigo. La literatura sólo reflejaba los temas de la construcción del socialismo, la historia de los grandes dirigentes comunistas y extensos manuales de filosofía marxista.

No había periódico, libro o revista en que apareciera el Primer Ministro Norcoreano al que se nombraba en el pie de foto como: “Sabio y glorioso Camarada Kim Il Sung, Lider Paternal, Sol de la Nación, Comandante de Acero, Primer Ministro del Gabinete de la República Popular de Corea, Fundador del Partido Comunista, Fundador de la República Democrática de Corea y Líder indiscutible de los 40 millones de coreanos, estrecha la mano de una anciana a la entrada de una fábrica”, idem “Inaugura hospital”, idem “saluda a los trabajadores”.

Nunca olvidaré una de las tantas películas coreanas que vi en Cuba y que mi padre me llevó a ver al Cine Riviera y creo que se llamaba: “Mar de fuego”. En una escena en que él ejército norteamericano (por supuesto, los actores eran coreanos) habían masacrado una aldea de campesinos. Los principales oficiales tomaban whisky y casi toda la tropa aparecía borracha, otros en primeros planos mascaban chicle y fumaban cigarros Malboro en actitud prepotente y triunfalista. Mientras uno de ellos miraba a través de unos prismáticos. Un corte y del otro lado, las tropas de Kim Il Sung, entonando himnos, avanzaban a todo dar con banderas rojas, bayonetas caladas y fusiles AK-47. El oficial norteamericano lleno de pavor tiró los prismáticos y comenzó a gritar a los demás gringos: “¡Huyamos como ratas! ahí vienen las hordas del invencible ejército rojo, al mando del mariscal Kim Il Sung, “Sabio y Glorioso Camarada, Líder Paternal, Sol de la Nación, Comandante de Acero, Primer Ministro del Gabinete de la República Popular de Corea, Fundador del Partido Comunista y líder de los 40 millones de coreanos.¡¡¡Sálvense quien pueda!!!

La capital de Corea del Norte, Pyongyang se diseñó, de una forma, que una vez construida la estatua del máximo líder sus proporciones eran descomunales y se podía divisar desde cualquier sitio de la ciudad. Si uno encontraba un lugar en el que no se lograra ver el monumento, ponía en duda el trabajo realizado por los arquitectos y escultores.

A mi padre se le ocurrió contar a varios miembros de la delegación latinoamericana que había descubierto una calle en que no se veía la estatua de Kim Il Sung. Esto llegó a oídos del oficial coreano responsable de la atención a los delegados e inmediatamente se lo llevaron para tratar de localizar el lugar. Dieron vueltas de un lado para otro durante más de tres horas, mi padre cagado de la risa, dando pistas falsas y repitiendo constantemente que no recordaba con exactitud a una comitiva de más de 20 coreanos idénticos que terminó por extenuar.

El culto a la personalidad fue lo que más le impactó. Nos contaba de cómo todas las delegaciones invitadas a los festejos, caminaron 11 kilómetros para ver una piedra donde Kim Il Sung jugaba “de barco” cuando el “Sabio y Glorioso Camarada”, tenía 6 años de edad.

Mi padre regresó al “Socialismo caribeño”, bastante distante del asiático y el europeo, cargado de regalos en su mayoría libros y posters gigantescos, en los que un soldado, un marino, un obrero y un maestro portaban un fusil AKM, una clásica estética del llamado “realismo socialista”. Pegó uno de los poster en la terraza de nuestra casa, diciendo a todo el mundo que el marino se parecía a Regis Debray y el campesino a Roberto Fernández Retamar.

Pero el regalo más preciado fue una réplica del uniforme que “El Comandante de Acero” utilizó en sus campañas militares en contra de los norteamericanos, obsequiado a los participantes. Muchas veces algunos amigos visitaban nuestra casa y mi padre los recibía disfrazado de Kim Il Sung.

Una tarde regresé de mi escuela que casualmente se llamaba “Nguyen Van Troi”, el héroe vietnamita fusilado por el ejército norteamericano a principios de los años 60s; Toqué el timbre de la puerta y me abrió mi papá parado firmemente con aquél traje, ordenándome con un saludo militar: “¡Camarada Jorge! El pueblo de la República Popular de Corea por medio de su máximo dirigente, el indiscutible líder de los 40 millones de coreanos, el glorioso Camarada Kim Il Sung, le asignan una misión especial por la cual será condecorado con la orden máxima de Héroe de la República Popular de Corea”.

Entré sin hacerle mucho caso pues en la sala se notaban las huellas de que algunos de sus amigos habían pasado con dos botellas de ron “Matusalén”. Pero con tal de que no me jodiera como siempre hacía, decidí cumplir la misión encomendada por el “Sabio y Glorioso Camarada Kim Il Sung, Líder Paternal, Sol de la Nación y Comandante de Acero.

La misión consistía en desarmar una puerta y luego utilizarla de puente desde una ventana de nuestro apartamento hasta un techo vecino con el objetivo de llegar hasta un frondoso árbol en el que hacía poco, habían comenzado a brotar los “mangos tiernos”. Ya del otro lado -y que de milagro no se fue de cabeza tres pisos para abajo- me ordenaba en voz baja, susurrando: ¡Compañero Jorge! Quédese vigilando, que el máximo líder regresará cargado de mangos verdes para comer con sal, limón y chile, el pueblo de Corea y su partido, le estarán agradecidos por haber cumplido esta difícil tarea.

Yo sin embargo, estaba loco por que todo terminara. A mis 10 años confieso que yo era un niño con cierto malhumor y por eso mi padre vivía jodiéndome cada vez que podía para ver si yo cambiaba. A esa hora sólo pensaba en que los amigos del barrio me esperaban para jugar “a los pistoleros”. Por fin la misión se cumplió y mi padre se sentó a pelar aquellos mangos verdes cual si se tratase de una comida tan apetitosa como una langosta o un faisán.

Ya me dirigía hacia donde mis amigos cuando de pronto tocaron a la puerta. Era nada más y nada menos que la Policía Nacional Revolucionaria que acudía al lugar después que varios vecinos habían denunciado que un individuo saltó de techo en techo vestido de un raro uniforme militar. Automáticamente pensaron que se trataba de un ladrón o un “infiltrado imperialista”. Y yo me dije: “Ahora si se jodió la cosa, mira que yo paso trabajo para jugar carajo, seguro ahora hay que ir para la estación”
Aun vestido de Kim Il Sug y mordiendo un mango con sal y limón, mi padre se disculpó con el oficial de policía, un negro alto, buena gente que no dejaba de tragar en seco y con el rostro encogido, sin salir del asombro viendo como el poeta devoraba aquella fruta verde que los cubanos acostumbran a comerla solo cuando está madura.

Mi padre le decía: “Mire compañero, lo que pasa es que yo soy salvadoreño y en El Salvador se comen los mangos verdes así. Hoy tuve un “ataque de nostalgia” pero le juro que esto no volverá a ocurrir”. El oficial moviendo la cabeza le dijo: “Oye chico pero que locura más grande!!!. Te voy a decir una cosa muchacho, si tu sigues comiendo mango así vas a coger tremenda tifus y te puedes morir, coño!”. Y mi padre le contestó: “Nooo hombre, ya se hubieran muerto de tifus, los cinco millones de salvadoreños!”.

La cosa no terminó ahí, luego que se fue el policía, mi padre sacó su cámara de fotografía soviética y me dijo: “Camarada Jorge, la última misión»: ¿podrías hacerle una foto al camarada Kim? Y con tremendo encabronamiento, esta fue la foto que tomé ese agitado día de Grandes Misiones Revolucionarias, en el balcón de nuestra casa en la calle J No 162 en el Vedado, La Habana, Cuba.

Roque Dalton foto

4/11/2013