Umberto Eco

Umberto Eco foto

La inteligencia ha sufrido una baja importante: ha muerto Umberto Eco. Cuánta alarma deberían causar pérdidas como ésta en el espantoso mundo que vivimos, tan necesitado de sensatez, y no digamos de honradez y coraje intelectual. Raras virtudes que reunía el pensador italiano que hoy despedimos.

“Naturalmente, es condición indispensable para una ética intelectual ilustrada estar dispuestos a someter a crítica no solo cualquier creencia sino incluso las que la ciencia nos presenta como verdades absolutas. Pero, una vez dicho esto, creo que hay que distinguir algunas condiciones irrenunciables para poder decir que nos inspiramos no en el criterio de una razón fuerte (a la manera de Hegel) sino en una racionalidad humana. Porque la herencia fundamental de la Ilustración reside totalmente en este punto: hay un modo razonable de razonar y, si se tienen los pies en el suelo, todos deberíamos coincidir en lo que estamos diciendo, porque incluso en filosofía hay que hacer caso al sentido común.” (Umberto Eco, “Ilustración y sentido común”, en A PASO DE CANGREJO, Mondadori, Col. Debate, Barcelona, 2007.)

Un homenaje cubano a Cervantes

E Hernández Miyares fotoEl periodista y poeta Enrique Hernández Miyares (Santiago de Cuba, 1859-La Habana, 1914), quien fue gran amigo de Julián del Casal y director de LA HABANA ELEGANTE –una de las mejores revistas cubanas del siglo XIX–, es recordado, sobre todo, por su soneto “La más fermosa”, espléndido homenaje al autor del Quijote.

LA MÁS FERMOSA

Que siga el caballero su camino
Agravios desfaciendo con su lanza:
Todo noble tesón al cabo alcanza
Fijar las justas leyes del destino.

Cálate el roto yelmo de Mambrino
Y en tu rocín glorioso altivo avanza,
Desoye al refranero Sancho Panza
Y en tu brazo confía y en tu sino.

No temas la esquivez de la fortuna:
Si el Caballero de la Blanca Luna
Medir sus armas con las tuyas osa

Y te derriba por contraria suerte,
de Dulcinea, en ansias de tu muerte,
¡di que siempre será la más fermosa!

EHM

Cincuentenario de «Paradiso»

PARADISO portada

La primera edición de PARADISO, la extraordinaria novela que proyectó el nombre de José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976) fuera de Cuba, terminó de imprimirse en 1966, un día como hoy, en una imprenta habanera y bajo el sello de Ediciones Unión (Colección Contemporáneos), de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). El diseño de portada es del poeta y pintor Fayad Jamís, uno de los autores más destacados de la Generación del 50 cubana. PARADISO le dio celebridad internacional a Lezama –a lo que contribuyó decisivamente Julio Cortázar–, pero dentro de la isla, en la que el régimen revolucionario se empeñaba en imponer el “realismo socialista”, le atrajo la ojeriza de la cúpula dirigente. Fidel Castro llegó a ordenar el secuestro de la edición. Entre los poquísimos libros cubanos que pude traer al exilio está el ejemplar de la primera tirada de PARADISO que me dedicó Lezama.

PARADISO dedicatoria

 

Cuba tiene una larga historia de censura al cine

Arturo Arias-Polo

(EL NUEVO HERALD, Miami, 7/2/2016) Hace 55 años, los secretos de la noche habanera salieron a la luz en PM, una pequeña película que mostraba cómo se divertía la gente de pueblo en los bares aledaños a la ciudad.

El cortometraje, realizado con modestísimos recursos por dos jóvenes desconocidos, Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera, presentaba una imagen del cubano muy ajena a la que promovía la cultura oficial de entonces a través de los medios.

En 14 minutos no aparecían milicianos aguardando la invasión del enemigo imperialista ni consignas. Solo hombres y mujeres entregados al placer del baile, la música y el ron.

La película se estrenó en mayo de 1961 en el programa Lunes en Televisión, un espacio del suplemento cultural Lunes –que dirigía el escritor Guillermo Cabrera Infante–, del periódico Lunes de Revolución. Entre las reseñas favorables que recibió sobresale la que publicó en la revista Bohemia Néstor Almendros, quien a la postre se destacaría en Hollywood como director de fotografía.

Entonces nadie imaginaba que el estreno de PM diera paso a “el caso PM”, una vez que sus creadores pretendieron exhibirla en un cine especializado en cortos y noticieros que aún no había sido intervenido por el gobierno, cuyo administrador exigió la autorización del ICAIC (Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos).

Tras solicitar el permiso, Jiménez Leal y Cabrera recibieron la noticia de que su obra había sido confiscada por la institución, pese a que cumplía los requerimientos de la Comisión de Estudio y Clasificación de Películas, adscrita al ICAIC.

Sin embargo, a los ojos de la dirigencia del organismo, encabezado por Alfredo Guevara, el filme resultaba dañino para los intereses del pueblo cubano y la revolución.

“Antes de la revolución, en Cuba existía una comisión revisora de películas que las clasificaba, mayormente, por problemas morales. Determinaba si eran aptas o no para menores de edad. PM, que yo sepa, fue la primera censura artística y política en Cuba, después de la revolución. Y la más brutal”, recordó Orlando Jiménez Leal en la entrevista con el Nuevo Herald, en su casa de Miami.

Curiosamente, durante la dictadura de Fulgencio Batista, fue vetado y confiscado El Mégano (1955), un corto dirigido por Julio García Espinosa, que luego integró la dirigencia del ICAIC, junto al grupo que colaboró con él. La película muestra las condiciones infrahumanas de la vida de unos carboneros en la Ciénaga de Zapata.

La posterior proyección y el debate de PM convocado por el propio ICAIC, en la Casa de las Américas, fue antesala de una serie de reuniones presididas por Fidel Castro –a las que asistieron artistas, directores de medios y funcionarios del gobierno– que ocuparon la Biblioteca Nacional, los días 16, 23 y 30 de junio del mismo 1961.

Las intervenciones de Castro se publicaron bajo el nombre de Palabras a los intelectuales, un documento que condenaba toda creación artística que expresara un punto de vista diferente al oficial.

La frase concluyente: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada” estableció las reglas y definió la política cultural del gobierno en lo adelante.

“Sus palabras fueron una sentencia que se resume así: si no estás conmigo, estás contra mí. Y si no piensas como yo, eres enemigo. Aquello no era un diálogo, sino un monólogo”, evocó Jiménez Leal, que en ese momento experimentó “una sensación de angustia y profunda frustración” ante aquella “misa negra” donde tanto él como Sabá Cabrera pasaron a ser “los acusados”.

“Nos convertimos en ‘no personas’ ”, evocó el cineasta, que compara lo que le tocó vivir con la novela 1984, de George Orwell.

“Una de las experiencias más dramáticas que he tenido en mi vida es haber leído 1984, en pleno proceso revolucionarioy comprobar que no existían diferencia entre la realidad y la ficción”, aseveró.

Jimenez Leal salió de Cuba el 2 de enero de 1962. Su filmografía en el exilio incluye El super (1979), Conducta impropia (1984) y 8-A (1992), entre otros títulos.

Sabá Cabrera no continuó vinculado al cine. Se dedicó a la pintura. Falleció en Miami, en el año 2002.

Los pormenores relacionados con el polémico cortometraje aparecen en el libro El caso PM. Cine, poder y censura (Editorial Colibrí, 2012/ Editorial Hypermedia, 2014), una compilación de artículos coordinada por Jiménez Leal y el cineasta Manuel Zayas.

“A mi juicio, la pieza fundamental del libro es la transcripción de las conversaciones entre Fidel Castro y nosotros en la Biblioteca Nacional”, afirmó Jiménez Leal. “Leídos 50 años más tarde, esos textos resultan reveladores”.

El cineasta y escritor Fausto Canel, que también escribió una crítica favorable a PM en Lunes y estuvo en los debates de la Biblioteca Nacional, dijo que la prohibición de la cinta, “más que la simple censura de una creación artística, fue el momento en que el castrismo se decidió a controlar definitivamente toda la vida intelectual y artística del país. Maniobra que ahora sabemos que Castro y los [del] Partido Socialista Popular (PSP), de tendencia estalinista, tenían planeada desde hacía mucho tiempo”.

“La Habana intelectual estalló en llamas, cosa que los dirigentes no se esperaban, o por lo menos, no las esperaban tan altas”, rememoró Canel. “Por eso tuvieron que adelantar la estalinización del mundo intelectual. Para controlar las llamas”.

Años después, al cineasta le censuraron El final(1964), una de las historias que se incluiría en el largometraje Un poco más de azul.

“Ya por el título se ve que queríamos alejarnos de la aburrida arenga cinematográfica del ICAIC. Pero al final censuraron El final, y también Elena, la primera historia, de Fernando Villaverde”, evocó Canel, cuyas películas Desarraigo (1965) y Papeles son papeles (1966) no hace mucho se transmitieron por la televisión cubana, tras décadas de veto.

La censura siguió

En las décadas sucesivas a “el caso PM” muchos filmes fueron retirados de los circuitos de exhibición porque sus realizadores abandonaron el país, tal como ocurrió con El bautizo (Roberto Fandiño, 1967), La ausencia (Alberto Roldán, 1968) y Tránsito (1964), Un día en el solar (1965) y El huésped (1966), estas tres últimas de Eduardo Manet.

En otros casos, las cintas fueron mutiladas o estrenadas tardíamente por considerarlas inoportunas.

En la lista sobresalen Un día de noviembre (Humberto Solás, 1992), Una pelea cubana contra los demonios Hasta cierto punto (Tomás Gutiérrez Alea, 1971 y 1983) y Techo de vidrio (1982), de Sergio Giral, a quien ya le habían vetado el corto La jaula (1964).

“Nunca supe por qué. Me imagino que se debió a que no hacía reverencias al régimen. Solo era una historia de ficción sobre una esquizofrénica”, dijo Giral desde Miami.

Algunos documentales de Sara Gómez y Nicolás Guillén Landrián fueron borrados de la historia oficial.

En 1991, la película Alicia en el pueblo de Maravillas, dirigida por Daniel Díaz Torres, reeditó, de alguna manera, “el caso PM” 30 años después, cuando fue retirada de los cines a pocos días del estreno.

La historia transcurría en un balneario donde iban a parar los dirigentes “tronados” [destituidos].

“Después de la sentencia castrista con respecto a PM ese camino ya estaba trazado por el ICAIC. Ya todo era posible”, dijo Jiménez Leal.

Por su parte, el cineasta Manuel Zayas subrayó desde Nueva York que Alicia… se produjo en una época conocida como la ‘rectificación de errores’, versión tropical de la perestroika”, en que “ya la Unión Soviética y el campo socialista estaban en capilla ardiente y ni Fidel ni Raúl estaban dispuestos a aceptar una comedia sobre el gran disparate de su revolución tropical”.

“Estaban dispuestos a hacer desaparecer el ICAIC. Si durante mucho tiempo estuvieron convencidos, como decía Lenin, de que el ‘cine es la más importante de las artes’, cuando sucedió lo de Alicia…, intentaron dar marcha atrás y hacer volar por los aires el instituto de cine oficial. Desde entonces, el cine dejó de serles útil”, apuntó Zayas.

Juan Antonio García Borrero, crítico y fundador del blog Cine cubano: la pupila insomne, afirmó desde Camagüey que ambas películas “se igualan por haber sufrido la desproporción de una reacción oficial que las condenó a las sombras, pero las diferencias son notorias”.

PM estaba concebida desde la inocencia creativa, mientras que en Alicia… hay un interés expreso de intervenir críticamente ante la realidad. Que pasado el tiempo caigan en el gran saco de las películas censuradas es otra cosa, pero las intenciones a la hora de ser creadas fueron muy diferentes”, precisó García Borrero. “El que quiera entender de verdad lo ocurrido con PM debe ir más allá de ella, y volver a vivir la época, con todas sus pugnas y utopías”.

En 1995, la filmación del largometraje Cerrado por reformas, de Orlando Rojas, fue suspendida al tercer día por considerarse una obra contrarrevolucionaria.

“El rodaje se suspendió por una orden ejecutiva de Alfredo Guevara”, recordó Rojas desde Miami. “Y aunque el guion había sido premiado en 1994 en el festival de La Habana, el mismo que premió al de Fresa y chocolate (1994), se le consideró una película ‘muy lúgubre y pesimista”.

La trama abordaba los problemas de tres mujeres en el llamado ‘período especial’ por el que atravesó la economía cubana.

Manuel Zayas afirmó que “se han seguido censurando películas, pero siguiendo un tipo de censura de baja intensidad y no de forma tan escandalosa como cuando PM o Alicia…”.

“Cada día más, los que tienen capacidad de veto se van dando cuenta de lo escandaloso y contraproducente de la censura”, señaló Zayas. “Aunque están los dinosaurios ideológicos, enfrascados ahora en el control del internet y en frenar los reclamos de los cineastas que quieren una ley de cine”.

El crítico Alejandro Ríos añadió que La vaca de mármol (Enrique Colina, 2013) no tuvo distribución nacional. El documental trata sobre la vaca Ubre Blanca, un prodigio de producción de leche que fue utilizada por la propaganda del gobierno.

“Como tampoco la tienen las películas que se exhiben cada año en la Muestra de Cine Joven, que paradójicamente auspicia el ICAIC”, añadió Ríos, que sumó a la lista Monte Rouge (Eduardo del Llano, 2004) “que fue censurada por satirizar a la Seguridad del Estado”.

La serie Crematorio (2013), realizada de manera independiente por Juan Carlos Cremata, también se censuró.

El año pasado el cineasta tuvo que bajar de las tablas su montaje de El rey se muere, por mandato de las autoridades culturales que cancelaron su proyecto teatral El Ingenio.

El rey se muere versa sobre un personaje aferrado al poder por más de 200 años.

“La censura se consolida y refuerza”, expresó Cremata vía email. “Por disposición inalterable y sin previo aviso, la presidencia del ICAIC ha decidido inhabilitar nuestra cuenta de correo en esa institución. Se acentúa con ello la condena a convertirnos en no personas”.

Al referirse al caso PM, el cineasta manifestó que si la leyenda perdura, obedece a que “al prohibirla lo que hicieron fue magnificarla” y alentar a todos los que querían verla.

“Es la asquerosa política sucia de siempre y el despotismo de un estado que nació, y aún se consolida, inventándose enemigos por todos lados”, dijo Cremata.

¿A 55 años de “el caso PM” Jiménez Leal imaginó que su corto marcaría un antes y un después en la creación artística cubana?

“Filmar PM fue un acto de conspiración estética en medio de aquella cursilería revolucionaria con sus himnos solemnes y esas marchas heroicas tan difíciles de asimilar por el pueblo”, explicó el director. “Sabía que iba a divertir y a irritar a mucha gente. Pero nunca sospeché que trascendería tanto”.

Golpe de 1992: a 24 años del inicio de un desastre

CHÁVEZ INTENTÓ ELIMINAR DE FORMA VIOLENTA LA MISMA DEMOCRACIA QUE LUEGO LO LLEVÓ AL PODER

Roberto Jesús Quiñones Haces, Guantánamo, Cuba.

(CUBANET, 4/2/2016) Este 4 de febrero se cumplen 24 años del intento de golpe de Estado dirigido por Hugo Rafael Chávez Frías, entonces comandante del batallón de paracaidistas coronel Antonio Nicolás Briceño, del Cuartel Páez de Maracay.

Las acciones combativas fueron realizadas por comandos que operaron simultáneamente en Caracas, Maracay, Valencia y Maracaibo. En esta última ciudad los rebeldes lograron apoderarse de la sede del gobierno regional y tomar como prisionero al gobernador de Zulia, Oswaldo Álvarez Paz.

Chávez estableció su centro de operaciones en el Museo Histórico Militar ubicado en las cercanías del palacio de Miraflores. Sus fuerzas tomaron la estación estatal Venezolana de Televisión pero tuvieron una fuerte resistencia en La Casona y en el Palacio de Miraflores, donde no pudieron doblegar a los efectivos de la Guardia Nacional, quienes obligaron a los golpistas a rendirse, a pesar del éxito obtenido por los demás comandos en otras regiones del país.

Militar de brillante trayectoria y orador carismático, Chávez comprendió que la vía más segura de garantizar su vida y la de sus acompañantes en aquella intentona golpista era presentarse en vivo ante las cámaras de la televisión venezolana, una institución que fue tomada fácilmente por él debido a su carácter civil.

Ante las cámaras se proclamó responsable por lo ocurrido y se identificó con los objetivos del Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR-200), el cual había fundado en 1982, al cumplirse el bicentenario de Simón Bolívar. Felicitó a los militares que cumplieron los objetivos del plan en otras zonas del país y reconoció su derrota en Caracas. “Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados”, dijo.Y añadió: “El país tiene que enrumbarse hacia un destino mejor”.

Ante el pueblo venezolano había surgido otro referente político, el MBR-200.Su fundador, denunciando las carencias y potenciales anhelos de los venezolanos más humildes, se lanzaba al ruedo político como un nuevo mesías latinoamericano.

Democracia vs Totalitarismo

Lo curioso de la historia de Chávez es que la misma democracia que tanto criticó y hasta trató de eliminar de forma violenta fue la que lo llevó al poder. Tal ejemplo se reitera en los casos de Evo Morales y Rafael Correa.

A pesar de haber traicionado sus deberes militares, de haber violado la Constitución de la República y de que, en la revuelta que lideró, fueron reconocidos oficialmente 14 muertos y 53 heridos, Chávez no fue condenado a muerte ni a una prisión humillante o de privaciones.

El “inhumano capitalismo” que él intentó desbancar lo condenó a pocos años de prisión, de los cuales sólo cumplió dos, hasta que el burgués Rafael Caldera, presidente de la República, lo indultó en 1994. ¡Vaya crueldad capitalista!

Ese año fue recibido con honores y gran despliegue mediático en Cuba por Fidel Castro. Luego regresó a Venezuela, donde se le permitió participar en la vida política del país y hasta postularse como candidato presidencial a los comicios de 1998, con el apoyo del Movimiento Quinta República, los cuales ganó con amplio respaldo popular, convirtiéndose en el cuadragésimo séptimo presidente venezolano.

Desde el poder impulsó un referendo constituyente para derogar la Constitución de 1961, lo cual también logró con amplio apoyo popular. Un segundo referendo propició la promulgación de la Constitución de 1999.

Quizás tales resultados le permitieron solazarse en las empalagosas “mieles del poder”, tan bien conocidas por los dirigentes históricos del castrismo. Para entonces, el candidato, que en una entrevista pública había calificado a Fidel Castro como dictador, era un presidente convertido en su más ardiente defensor.

Y comenzaron las amenazas a la prensa libre y a los opositores, a quienes insultaba en todo momento. Su mesianismo lo llevó a erigirse como el principal adalid del “Socialismo del siglo XXI”, un cóctel utópico carente de solidez teórica y lógica económica que muy pronto hizo sentir sus efectos en las mesas de los venezolanos.

Como sucedáneo del castrismo en el ámbito latinoamericano y mundial, el chavismo tomó de este su retórica procaz y buscó como diana propicia para sus epítetos y acusaciones al gobierno norteamericano y a los opositores políticos.

Los gastos militares, enormes e innecesarios, la eliminación progresiva de libertades civiles y políticas, la inflación, el despilfarro y el desabastecimiento, unidos a una incontrolable corrupción administrativa, han sido, entre otras, las secuelas más evidentes del chavismo en sus 17 años en el poder y a 24 de aquél fatídico 4 de febrero de 1992.

La manipulación mediática persistió hasta los últimos días de Hugo Chávez. Un ejemplo fue la última página del periódico Granma, correspondiente al 4 de febrero del 2013, donde se informó sobre un acto en Caracas para conmemorar los 21 años del fallido golpe de Estado:

“A esta jornada de conmemoración se llega con las buenas noticias que dio el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, quien informó el domingo que la salud del Comandante Chávez va en franca recuperación, cumpliendo el tratamiento médico; el Presidente sigue avanzando paulatinamente y de manera constante en su recuperación”, reportó AVN. Un mes y un día después se daba a conocer la muerte de Chávez.

Sólo un fraude colosal en las próximas elecciones presidenciales venezolanas puede prolongar la permanencia del chavismo. O un autogolpe, porque todo puede suceder después de que en los recientes comicios el pueblo venezolano dijo no al chavismo y a sus insoportables secuelas.

Un siglo sin Rubén Darío

Rubén Darío foto

Rubén Darío, en Madrid, a comienzos del siglo XX. A su lado dormita Valle-Inclán.

Raúl Rivero

(EL MUNDO, Madrid, 5/2/2016) Sus versos y su vida se estudian en las escuelas, se examinan por críticos y eruditos que escriben ensayos para desentrañar sus mensajes y aislar hasta sus hemistiquios. Su poesía se canta todavía como un tango o un bolero en los bares, tabernas y tugurios de América Latina y se declama con solemnidad municipal y al ritmo de sus eses y sus pausas en las tertulias de Tegucigalpa, Cienfuegos, Chillán, Buenos Aires o Guadalajara. Rubén Darío (Matala, 1867- León, 1916) sigue vivo en el mundo hispano, acompañado por sus princesas y sus cisnes, en el primer centenario de su muerte.

Los hombres y mujeres cultos del universo de la lengua española, los borrachines decepcionados, los solitarios, los que siempre han necesitado de la poesía para vivir se aprendieron sus poemas de memoria porque son la arquitectura y el andamiaje de una ilusión. O de todas las ilusiones. Y porque aquel hombre que venía de algún sitio remoto ha dicho lo que ellos querían decir y expresado con la música de unas palabras que habían estado toda la vida en el castellano pero que él las puso a rimar para que sonaran como una sinfonía.

A lo largo del siglo XX la mayoría de los fervorosos lectores de aquellos poemas que se copiaban a mano o con máquinas de escribir para que otras personas los disfrutaran, no sabían a ciencia cierta de dónde era aquel poeta que lo mismo publicaba en Chile, en Argentina o en España, pero todos estaban seguros de que era un bohemio, un trasnochador enamorado, amante de los alcoholes sublevados que aprovechaba sus resacas para escribir poesía.

Los tormentos de su existencia privada y sus momentos de felicidad comenzaron a conocerse después de su muerte y pertenecen a la experiencia del hombre, del nicaragüense que nació en un pequeño pueblo a finales del siglo XIX con el nombre de Félix Rubén García Sarmiento. Sus padres se separaron y lo entregaron a unos tíos abuelos. El muchacho, inteligente y buen lector desde muy temprano, descubrió enseguida que rimar versos era lo más fácil y divertido del mundo, y comenzó a escribir. Allí tuvo el primer ramalazo de la fama y se convirtió, para sus vecinos, en el niño poeta. Utilizó varios seudónimos para firmar sus piezas y, al final, se apropió del Darío que provenía del bisabuelo de su familia materna. Y, entonces, comenzó todo.

Rubén Darío, que vivió sólo 49 años, fue un viajero inusual para la época, un diplomático siempre mal pagado por su gobierno y un brillante columnista que tuvo que acudir al periodismo para sobrevivir, padeció y disfrutó los avatares y los delirios de la gloria literaria. También sostuvo una relación compleja con las leyes de su país: impuso con su tenacidad y empeño la ley del divorcio en Nicaragua y fue condenado por vagancia.

La trascendencia de este nicaragüense singular que igual organizaba un gran jolgorio que hacía un intento de suicidio, tiene que ver con una obra literaria que transformó la poesía. Rubén Darío es el fundador del modernismo, esa corriente renovadora y levemente subversiva que removió y enriqueció la métrica española. El nicaragüense inauguró el camino con su libro Azul, publicado en Valparaíso, en 1888. Lo siguió con sus Prosas profanas y otros poemas, en Buenos Aires (1896), y se estableció y alcanzó su fulgor definitivo con Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas, editado en Madrid, en 1905, por su amigo querido Juan Ramón Jiménez.

Darío comenzó a escribir bajo las influencias de los poetas clásicos de España, vivió una transformación categórica por el contacto con la literatura francesa, especialmente con la obra de Victor Hugo y de Verlaine. Las miles de páginas que han escrito los especialistas sobre la cercanía y las deudas del nicaragüense con la poesía de Francia se resumen en esta frase que dejó escrita el autor de Los raros, La caravana pasa y Tierras solares: «El Modernismo no es otra cosa que el verso y la prosa castellanos pasados por el fino tamiz del buen verso y de la buena prosa francesa».

Sin abandonar su vocación de viajero, Darío vivió la última etapa de su vida entre París y la capital española donde se desempeñó como embajador de su país y corresponsal del diario argentino La Nación. Aquí publicó una selección de las crónicas que escribió para ese periódico con el título de España contemporánea (1901) y en la Casa de Campo conoció al amor final de su vida, la española Francisca Sánchez. Alcoholizado, perseguido por la obsesión de la muerte, a principios de 1915 viajó a Nueva York y luego a Guatemala. En enero del año siguiente estaba en su pueblo natal -que ahora llaman Ciudad Darío- para morirse. Y se murió.

Si bien su obra pura tiene vigencia hoy en la poesía hispanoamericana, es cierto que su presencia se hace más notable por su proyección en el trabajo de otros grandes poetas de la región como son César Vallejo, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal o Nicanor Parra.

Durante todos estos años de silencio muchos escritores lo han atacado por los sueños que inventó para aquella región, su erotismo, sus contradicciones y sus sonetos alejandrinos, la orquestación de su métrica y algún que otro asunto de su vida particular. Se ha llamado a torcerle el cuello a sus cisnes inocentes y misteriosos, pero los herederos que él debía querer le son fieles y lo aman en público y en silencio.

César Vallejo, por ejemplo, otro poeta inmortal, le llamaba su padre celestial y solía recitar en las tertulias de amigos estos versos del nicaragüense: «Mis ojos espantosos han visto/ tal ha sido mi suerte./ Cual la de nuestro Señor Jesucristo/ mi alma está triste hasta la muerte».

Que empiece ahora otro siglo de eternidad para Rubén Darío.