Ayer murió en Chicago, a los 90 años, el gran Orestes Miñoso. Bateador temible, jonronero de leyenda, virtuoso del fildeo, Miñoso se ha despedido envuelto en los esplendores de su estrellato en el equipo de los Medias Blancas de Chicago, donde hizo historia. Fue el primer pelotero negro que jugó en las Grandes Ligas de EEUU. Había nacido en el seno de una familia humildísima, en un pueblo de la provincia de Matanzas, y muy joven se convirtió en una gloria del béisbol cubano. Yo era un niño cuando ya él triunfaba jugando en la tercera base o en el campo izquierdo del Marianao, uno de los cuatro grandes clubes de la Liga Nacional con el Habana, el Almendares y el Cienfuegos. Ese negro inmenso y sonriente era, y seguirá siendo siempre, uno de los iconos de mi adolescencia, en la que tanta pelota jugué en las calles de La Habana, y hasta en estadios de noveles.
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