En los 80 del Che

«El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal.» (El Che en Mensaje a la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina. Abril de 1967.)

«…la base campesina sigue sin desarrollarse; aunque parece que mediante el terror planificado, lograremos la neutralidad de los más, el apoyo vendrá después.» (El Che en Diario de Bolivia. Resumen del mes de abril.)

Un hombre que dijo que «nuestros soldados» tienen que ser «una fría máquina de matar», que estaba dispuesto a aplicar el terror a los campesinos bolivianos que no querían saber nada de él ni de su guerrilla, que se hartó de fusilar prisioneros en la Fortaleza de La Cabaña y que se sentía dichoso porque tenía un país (Cuba) para «experimentar», no puede ser santo de mi devoción. A pesar de todo, ese hombre es un mito del siglo XX. Desde luego, la mayoría de quienes lo adoran lo único que conoce de él es la boina con la estrella.

De contra: Una hazaña poco conocida del heroico doctor Guevara contada por él mismo:

«Agosto 8. Caminamos algo así como una hora efectiva, que para mí fueron dos por el cansancio de la yegüita; en una de ésas, le metí un cuchillazo en el cuello abriéndole una buena herida.» (Diario de Bolivia.)